Donde no me llaman: El hombre feminista

Hay una especie de fascinación occidental hacia los héroes que, en realidad, no lo son. El ejemplo más claro está en esas películas que hablan de los nazis que ayudaron a los oprimidos en la Alemania de los años 30 y 40, que entramadas en la fantasía hollywoodiense convierten en figuras  admirables a aquellos cuya conciencia se rompió de tanto hacer el mal. Es una comparación un poco rebuscada, igual equivocada, pero cada vez que un hombre se jacta de ser feminista (especialmente mientras discuten con feministas), pienso en el afán que tienen de convertirse en unos de esos héroes inmerecidos. Lo que quieren es que sí, que la revolución sea feminista, pero que haya un hombre que siente las reglas. Muy poco contradictorio. Este texto está escrito del tirón, así que aviso que contendrá errores y faltas, y no es más que una opinión que, probablemente, puede evolucionar y mutar. Que a ver quién soy yo para andar sentando cátedra.

Leo mucho comentario (lo sé, las secciones de comentarios son lo peor, pero es mi placer culpable) últimamente de hombres que se definen como feministas, normalmente con poca vergüenza y muchas explicaciones. Es un tema complicado y no me quiero alargar mucho, porque me acabaré liando y entrando en contradicciones, pero pienso que nosotros, los chicos, no deberíamos andar soltando con tanta ligereza lo feministas que somos. Aparte de no ser del todo cierto, demuestra un terror implícito al insulto que más daño nos hace, por aquello de ser una verdad casi universal: que somos MACHISTAS. Hay un pequeño machista dentro de todos y cada uno de nosotros, que puede haber crecido a base de esteroides en algunos machos o haberse quedado en un pequeño tumor casi imperceptible en otros, pero por definición somos beneficiarios automáticos del sistema por el simple hecho de haber nacido con genitales masculinos. Las respuestas de «pues en mi casa no», «a mí me educaron de otra manera» o «mi perro se llama Libertad» no me valen. Porque no estoy hablando de ningún particular, estoy hablando de nosotros, los hombres.

Especialmente flipantes son los comentarios de todos y cada uno de los artículos de Filósofa Frívola en Madriz.com, donde se llena de haters que recriminan las demandas de la opinator con argumentos muy raros del tipo «tu lucha también es mi lucha», «yo también estoy oprimido» o «qué bonito dejar a los hombre fuera». También las peleas tuiteras, que leo entre la fascinación del alumno que quiere saberlo todo y el espectador de palomitas, son muy reveladoras. Hace un tiempo, lo reconozco, habría reaccionado de la misma manera, sintiéndome ofendido por no ser considerado feminista. Ahora tengo claro que en la lucha feminista los hombres podemos mostrar nuestro apoyo, reconocer nuestros errores y hacer el ejercicio de detectar los micromachismos e intentar evitarlos, pero en ningún caso ser protagonistas, como muchos quieren ser. Ni siquiera actores secundarios. Ya somos protagonistas de casi todo, pero parece que no nos conformamos y lo queremos todo. Que las mujeres tengan un espacio propio (y, sobre todo, público, ya que históricamente el espacio de las mujeres era el hogar, cuya compañía femenina se limitaba a hijas o madres, el clásico «en mi casa manda mi señora») todavía descoloca a muchos, que como si de gatos se tratase, no pueden contener su curiosidad y necesitan entrar en esos espacios al grito de «¿QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO AQUÍ?». El miedo a lo desconocido, la paranoia del boicot, que se nos desmonta el chiringuito, amigos. Ya es bastante humillante que en la mayoría de los casos sean señores viejos (y añado, en plan angry, blancos, occidentales, ricos y heterosexuales) los que decidan sobre sus cuerpos y sus vidas como para además añadir, innecesariamente, más estrés. Nosotros no menstruamos, nosotros no nos quedamos embarazados, nosotros no abortamos, nosotros no paseamos con miedo de noche, a nosotros no nos violan, ni nos acosan. Podemos estar de acuerdo en que luchen, pero no podremos entender esa lucha en su complejidad.

Cuando vemos convocatorias de manifestaciones no mixtas, de talleres para mujeres transexuales o de clubs exclusivos para mujeres, lo último que se nos debería ocurrir es presentarnos allí para reclamar unos derechos que no son tales, porque la presencia masculina huele más a policía del statu quo que a otra cosa, amigos. La solución que se me ocurre es lo comentado más arriba, que hagamos ejercicios de autocrítica, que intentemos conocernos mejor y aprendamos a la fuerza. Y si alguien necesita una etiqueta con la que definirse, yo le propongo una: Feminist Friendly Man. O que se invente una y nos la diga a los demás.

PD: Mención aparte merecen aquellos que consideran que ser de izquierdas los valida automáticamente como hombres no machistas. Más simpleza imposible.

PD2: Me juego la pierna izquierda a que más de un hombre feminista se ha dado un homenaje mirando imágenes de FEMEN.

PD3: Mis opiniones son mías, basadas en lo que veo y leo. Pueden cambiar. No me costará reconocerlo.

Comments
8 Responses to “Donde no me llaman: El hombre feminista”
  1. Sólo se me ocurre algo muy simple, aplaudirte con todos esos emoticonos de whatsapp a la vez. Es una de las pocas opiniones lúcidas que leo sobre el feminismo de parte de un hombre. No sé si quieres ganarte nuestra confianza o si de verdad lo piensas, me da que lo segundo pero como dices que cambias de opinión a menudo…lo mismo ya no lo piensas.

    En serio, gracias por decir algo así. Me ha gustado escucharlo.

    Un saludo

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  2. Miguel dice:

    Totalmente de acuerdo.
    Keremos ayudar,
    Un paso atrás
    Y
    Hablemos kon hombres.

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  3. Arturo dice:

    Y aquí está el ejemplo perfecto de mangina. Debes follar mucho con esa actitud, ¿verdad?

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  1. […] 10. Donde no me llaman: El hombre feminista: una reflexión innecesaria y que nadie pedía. Bueno, sí, me lo pedía el cuerpo. Dejemos a las mujeres que hagan su lucha sin entrometernos. Apoyemos, pero no expoliemos. Hagamos el favor de ser aliados. […]

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  2. […] esa realidad. El clásico “no, porque YO…”. Se usan mucho para defenderse del machismo endémico, por ejemplo. Y para negar toda realidad que nos sea incómoda y, sobre todo, desconocida. Lo que […]

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  3. […] también esta historia que relatan en Jezebel sobre un activista que se autodenominaba como hombre feminista que está acusado por varias mujeres por diversas agresiones sexuales. […]

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  4. […] no me extiendo más. Al pensar en esta entrada me remití a una que escribí hace mucho, y que sigo firmando sin duda. Acababa […]

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  5. […] en 2015. Sin embargo, algunas entradas viejas han tenido también buena acogida en este año, como El Hombre Feminista (de 2013) o esta bobadita sobre Paz Padilla (de […]

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