Disentir

Hace unas semanas se habló mucho del anuncio de Campofrío en el que narra una ficción en un restaurante con elementos actuales del feminismo occidental. Yo, personalmente, no me lo creo demasiado, porque Campofrío es una marca que lleva años lanzando unos mensajes algo peligrosos, como que da igual que nos puteen porque somos muy felices y dicharacheros, que la muerte no importa, que viva España manque pierda y que adelgacemos a base de pavo, que estamos gordas y así no se puede. Lo dice con gracia, con Chus Lampreave, con emoción, con lágrima a punto. No me gusta. Por eso, cuando utiliza de forma humorística reclamaciones feministas que llevan medio siglo vivas y al menos una década haciendo más ruido que nunca, no me lo creo. Es divertido, está bien escrito, bien rodado y bien interpretado. Lo de cambiar los platos por quejas es una idea brillante. Y hablar de conciliación, presión social y zapatos de tacón es atrevido. Pero la marca debería despojarse también, por ejemplo, de los mensajes sobre los cuerpos de las mujeres. Lo primera pregunta que me asaltó fue ¿qué pensará El Feminismo? Pensé en ZAS, en sus versiones de anuncios que no les gusta, y fui a su página de Facebook, donde me encontré con esto.

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Su veredicto: que estaba bien. Tampoco con efusividad. En los comentarios se generó debate, y pronto empecé a ver por Twitter y Facebook reacciones algo menos entusiastas. Creo que estoy más de acuerdo con estas últimas que con ZAS, colectivo al que admiro, sigo y utilizo de guía muchas veces. Pero no me puse triste, ni me agobié, ni me decepcionaron. Lo mejor de todo esto es que DISENTIR ESTÁ BIEN.

El feminismo, así en singular, no es un bloque de hormigón armado en donde nada se mueve. De hecho, es todo lo contrario. Es líquido, expansivo, algo informe, con mutaciones constantes. La revisión y la discusión lo mantienen vivo, los nuevos puntos de vista, o aquellos que han sido silenciados durante años, están cambiando sus preceptos. Partamos de la base, claro, de que El Feminismo no existe, existen los feminismos. Sin mayúsculas, propios, contextualizados, colaborativos y, paradójicamente, muchas veces enfrentados. Lo dijo Tavi Gevinson aún adolescente: «descubrí que el feminismo no es un manual de reglas sino una discusión, una conversación». Más claro imposible.

Muchas veces los feminismos no tienen una respuesta clara ante diversos temas, o sí que tienen claro que disienten, que hay muchos prismas de ver las cosas desde unas bases comunes. Yendo al pop y a lo simple podemos tirar, como no, de Kathleen Hanna, que es la respuesta a miles de dudas. En la canción de Le Tigre What’s yr take on Cassevettes se preguntan qué les parece el mítico director de cine americano, pero no lo tienen claro. Y es muy válido no tener las cosas claras:

We’ve talked about it in letters
And we’ve talked about it on the phone
But how you really feel about it
I don’t really know

What’s Yr Take on Cassavete’s?
What’s Yr Take on Cassavete’s?
What’s Yr Take on Cassavete’s?
What’s Yr Take on Cassavete’s?
Misogynist? Genius?
Misogynist? Genius?
Misogynist? Genius?
Misogynist? Genius?

 

Así, el feminismo (perdón, los feminismos) puede ser radical o trans, interseccional, colonial, negro, étnico, obrero, anticapitalista, de izquierdas… y disentir en multitud de temas. No hay una respuesta única a temas tan espinosos como la prostitución, donde unas defienden la diferenciación de prostitución y trata y claman por la regularización de la primera y otras consideran que el cuerpo de la mujer no es, en ningún caso, una mercancía del capital, un producto al que poner precio, y abogan por la prohibición total. O la maternidad subrogada. O la situación de las personas trans en el movimiento. Beyoncé se considera feminista, pero juega en unos terrenos mainstream puramente machistas, en los que ella puede haber alcanzado el poder, pero lo ha hecho haciéndole el juego al patriarcado y rebelándose solo a medias, pues el dinero sigue siendo su dios.

Hay ejemplos más cercanos: desde la izquierda española se sigue intentando emborronar la figura de Mercedes Formica, novelista y abogada falangista que durante el franquismo se enfrentó al dictador e hizo presión para cambiar, dentro de sus posibilidades, el código penal para disminuir el poder absoluto de los hombres en la vida privada y pública de las mujeres. Lo consiguió, más o menos. Figuras que sobre papel pueden parecer contradictorias, pero que pertenecen a los feminismos con pleno derecho. Sin embargo, una de las medidas del nuevo ayuntamiento de Cádiz, que entendemos (solo entendemos, con Podemos nunca se sabe) feminista, fue retirar el busto de Formica.

Otro de los temas de los que se ha hablado en este mes y pico que llevo sin escribir, y que viene al pelo, es The Sisterhood, el escenario de Glastonbury hecho por y para mujeres. Un espacio no mixto que ha recibido aplausos y miradas de desconfianza por parte de los feminismos, y ambas partes argumentan con sentido. Este artículo de S Moda, escrito por Henar Ortega, lo resumen bien. Mientras unas piensan que es una manera de utilizar comercialmente el feminismo, otras piensan que en espacios históricamente dominados por hombres (desde los carteles de los festivales hasta el público de las primeras filas, pasando por los técnicos o el personal de seguridad) no está de más establecer lugares seguros y nuevos para el desarrollo de las mujeres sin interferencias de los actores tradicionales. Si uno quiere ampliar más, también han escrito Javiera Tapia en POTQ y Victor Lenore en El Confidencial.

Y así cada semana. Mientras muchos defienden ideas desquiciadas o piden que los partidos políticos se abran al debate, a la disidencia, a la diversidad de ideas o a la colaboración con aquellas que piensan diferente, con el feminismo (joder, los feminismos) no hay tanta paciencia: aquellos que todavía no se han preocupado por entender algo siguen considerándolo como ese bloque inamovible, una pared violeta inquebrantable, violenta y anquilosada en su propia realidad. Y no se dan cuenta de que los anquilosados son ellos, que todavía no saben que las cosas pueden ser de una manera, pero sobre pueden ser de mil maneras diferentes.

 

 

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