Cansancio, autoboicot, impostor (y confort)

Pues estaba leyendo el otro día un artículo que me pareció interesante por el titular y me acojonó con su contenido. Es este. La típica lectura que según avanza te vas viendo cada vez más reconocido y acabas peor que empezaste, con un desasosiego, una desazón, un malestar con uno mismo horroroso, un nudo en todo el cuerpo del que crees que no vas a salir. Y es que después de un mes encerrado en mi casa, me veo (todavía) más gordo, estoy despistadísimo, me duele la cabeza intermitentemente, duermo como una morsa malvada, me aburro pero no me apetece hacer nada… en fin, que sí, que hago check verde en todo. Una de las soluciones que proponen (entre otras) es escribir un diario del confinamiento, pero aparte de ser un poco tarde, 12 -o 13- de abril, también me da pereza y choca con mi inconstancia (encerrada o no) y con mis días aburridos en los que solo tendría que contar que he trabajado, he cocinado, he comido, he dormido.

Pero también pensé que es el momento perfecto para intentar volver a escribir algo más que tuits y whatsapp, y ya que pago el dominio cada año, solo podía hacerlo aquí. La última vez que publiqué en el blog fue en mayo del año pasado. Y la anterior, en junio de 2018. Así que parece que la frecuencia es de dos entradas cada 11 meses. Dato irrelevante, pero nunca se me dio bien sintetizar.

Mi intención es seguir usando este espacio como escupidera donde soltar mis cosas sin demasiado orden, esta vez imagino que poniéndome más dramático, más personal y más desquiciado, espero que no más cursi. No prometo nada. Es probable, conociéndome, que escriba esto, lo publique, y no vuelva hasta que toque, en marzo de 2021. Lo cierto es que dejé poco a poco de escribir por una mezcla de cansancio, autoboicot y responsabilidad autoimpuesta. El síndrome del impostor lo he reconocido hace poco y no creo que sea nada que no le haya pasado a casi todo el mundo que conozco, sea escribiendo, en su trabajo de oficina, en twitter, bailando en una discoteca o charlando acaloradamente con sus amigos en un bar -qué ando yo hablando de estas cosas si no he leído a Foucault ni a Butler ni recuerdo el manifiesto comunista ni estoy sindicado y trabajo en una industria regular ni soy experto en cultura pop y soy un hombre blanco cis no me he criado en un ambiente obrero y anda que no hay gente que es más lista más graciosa más audaz más enterada más chisposa y relevante y qué sentido tiene que te lean tus amigos si se lo puedes ladrar por whatsapp o en directo o por zoom o directamente no decir nada . El lado de la responsabilidad viene por la basura digital, aportar más basura innecesaria a la red, que bastante hay ya. Esto pienso que es un poco bobada, que me pierdo en tonterías que no tienen sentido, que esto ocupa un espacio nimio. El cansancio es algo en lo que he decidido trabajar: no quiero promoción, ni intentar que la gente me lea. Mantendré la opción de compartir de manera automática en facebook y twitter y, aunque creo que nunca he sido pesado con mis cosas, intentaré serlo aún menos. Hubo un momento en el que le dedicaba mucho tiempo a pensar y escribir aquí y no solo promocionaba (de aquella manera, jamás he pagado, claro) sino que miraba estadísticas, me fiaba de análisis hechos por máquinas de wordpress que me decían qué día era mejor para publicar, sabía qué entradas eran las más visitadas (pero nadie te puede asegurar cuáles son las más leídas) y de donde venía ese tráfico y cómo era. Nunca más: publicar cuando esté lista para publicar y concentración en lo próximo, sea cuando sea. Otra demostración de lo mío con la síntesis.

Este mes he perdido un poco el norte, aunque esa es otra historia. Mi cabeza ha reaccionado, de aquella manera, a esta chaladura y de manera casi automática ha creado mecanismos no racionales, pero muy lógicos, para evitar que me tire por el balcón al grito de coronavairus. Todos estos mecanismos, que entiendo que serán generales, comunes, tienen que ver con el confort. Inconscientemente he buscado espacios seguros en los que refugiarme, ya sean físicos, mentales o virtuales. Sitios conocidos, fáciles, en los que estar sin pensar, que reconforten y ofrezcan un mínimo bienestar en la incertidumbre. Esos espacios tienen muchas formas: estar tirado en el sofá abrazado a mi novio con la tele puesta sin prestar apenas atención, escuchar en loop discos que me han acompañado en diferentes etapas de mi vida, pasar tiempo en mi cocina, que es mi lugar seguro perpetuo, volver a ver series / películas / capítulos concretos, leer por fin ese libro que tenía pendiente para completar la colección de esa editorial que tanto me gusta, revisitar esa webserie argentina que me hizo reír tanto, hablar más a menudo con mis amigas del instituto, whatsappear con primos a los que llevo sin ver décadas, tocar la guitarra después de años (una tarde nada más), hablar con mi madre tres cuartos de hora, alegrarme cuando hay un capítulo nuevo de mi podcast favorito y escucharlo a trozos mientras cocino, tumbarme en la cama a enredar con el móvil o a mirar al techo. A todo esto me he lanzado sin pensar ni dudar, porque ya he estado ahí, no necesito preguntarme nada. Y me funciona, claro, aunque olvido entonces otros elementos que necesito para sobrevivir sano y no instalarme en la nostalgia: la disciplina, la organización, la curiosidad, la actividad y la concentración. Esas también son otras historias. Síntesis, no sé qué es.

No quiero que sirva de recomendación, porque todos necesitamos nuestros lugares de bienestar y estos productos de consumo cultural son los que me arropan y me reconfortan a mí. Durante este encierro me están acompañando mucho Nosoträsh, Javiera Mena, Community, EPSA, Westworld, Najwa, Trixie Mattel, el vídeo de Rosa Benito diciéndole en off a Raquel Bollo «sigue siendo tú, diviértete, lucha, friega, lava», The Good Fight, Cardi B, las portadas de Terelu, Niños Gratis*, Tardeo, La 2, Single, El Comidista, los relatos rápidos de Amelia Dip Dip, Hidrogenesse, Deforme Semanal, Instagram, Stereolab, los memes de los bailes de Ghana, Lucas Vidour (escribiendo y cantando), el Cuarentena Fest, Soleá Morente, Whatsapp, South Park, la cantidad desmedida de gráficos y el uso de datos, Melodrama de Lorde, Twitter, el telediario matinal de TVE, Libros Walden, Válidas, Rupaul’s Drag Race, Mundillo, Rebe, las newsletters de Dias de Rubias y La Llama, las reseñas de Carolina Lee, Samantha Hudson. Aquí por fin sintetizo, porque son muchos más y he parado antes de que se me gaste la tecla de la coma.

Cierro con esta lista que hice hace unas semanas, que también me ha acompañado. Y que intenté que hablara de lo que estamos viviendo.

 

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