Barcelona Cycle Challenge

El declive de Bicing en los últimos años es tan evidente que no hace falta transparencia ni datos oficiales ni gentes del ayuntamiento ni informes internacionales que lo certifiquen. Con tener ojos, una tarjeta de socio del sistema público y hacer uso de él a menudo es suficiente. Comenzar con fuerza algo para luego abandonarlo a su suerte cuando parece que va a funcionar solo es lo que tiene, que acabas en ruinas y con un problema entre las manos.

Cuando estuve en Estocolmo, en 2010, me gustó su sistema de bicis públicas. Todavía no vivía en Barcelona (me mudé dos meses después) y no tenía con qué compararlo. Una vez que me hice de Bicing y empecé a usarlo de manera habitual, llevado por una deformación profesional todavía en ciernes por entonces, lo primero que llamó mi atención fue que no tenía publicidad. Qué bien, pensé, un servicio público que puede vivir sin patrocinios. Pero, ay amigo, llegaron los recortes brutales y Bicing fue una de las víctimas. El servicio se fue deteriorando, el alcalde amenazó con cargárselo, han estado sopesando cambiar el sistema de tarifas. Unas propuestas de cambio que siempre se centraban en penalizar al que usara mucho el servicio y beneficiar al usuario casual, imagino que con la intención de abrir el servicio en un futuro a los turistas, siguiendo el camino de regalar todo lo público al visitante que no lo valora. Finalmente, de momento, han optado por la vía de la publicidad y ahora tenemos a una empresa de telefonía salvando un poco los platos, pero apropiándose a cambio del servicio (que ha cambiado de nombre), como ya ha hecho la misma empresa con el Metro de Madrid.  E incumpliendo una ordenanza municipal que impide, por ejemplo, que los taxis de Barcelona lleven publicidad en el exterior. He de reconocer que desde abril o mayo, cuando la marca entró y puso la panoja, la cosa ha ido (un poco) a mejor: hay más camiones que vacían y llenan estaciones, menos bicis rotas y en general menos agobios que antes. Y, como comentaba hace poco, el servicio de atención al cliente sigue siendo uno de los mejores que conozco, no solo por eficacia sino también por amabilidad. Ahí sí que Bicing tiene un 10. Pero estaría bien que se buscaran otras fórmulas que no conviertan a los ciudadanos en anuncios móviles.

Una vez desprendido de sus problemas económicos más urgentes, Bicing ha empezado a colaborar con campañas de concienciación, esperemos que con la idea de vender el uso de la bici en la ciudad como algo no solo bueno, sino necesario. La última acción, todavía en marcha, es el Barcelona Cycle Challenge, donde participan tanto Bicing como el Ajuntament de Barcelona. Desde el pasado 26 de septiembre y hasta el 23 de noviembre, uno puede registrar sus trayectos de bici mediante la app Play To ride, asociarlos al barrio que quiera y convertir sus rutinas cotidianas en un juego. Se calcula el CO2 que se reduce con cada trayecto y se dan puntos para acceder a premios. Una guerra de bicis entre barrios que, espero, sirva para animar a más gente a moverse en bici, que ya está bien. Mola.

Esta acción es divertida, aunque la que más me ha gustado es otra,  mucho menos ruidosa, más clásica, que utiliza el espacio para dar una información simple pero efectiva, que resume muy bien toda la problemática de los espacios públicos, el uso masivo del coche y la necesidad de ir avanzando a una movilidad más sostenible. Consiste en un aparcamiento para 10 bicis que ocupa exactamente lo mismo que un coche. 10 bicis = 1 cotxe. Así de fácil. Y sin palabras (excepto las del logo del Ajuntament). Me alegro de que el consistorio, que es desastroso, haga algo mínimamente decente.

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