Reflexiones aleatorias sobre el #Orgullo y algunas deudas pendientes del colectivo gay

¡Feliz orgullo!
Esta semana he dado muchas vueltas a varios temas que me inquietan, me atormentan, me perturban. Madrid celebra el World Pride 2017 y los sentimientos son encontrados, aunque leyendo los #orgulloleaks de Estoy Bailando uno se puede hacer una idea clara de la cuerda que se está tensando desde hace años alrededor de la fecha. Por un lado, tenemos la reivindicación y por otro el negocio, ambos disfrazados, a su manera, de fiesta y celebración. Lo primero que pienso es que nos la han colado. Nos han puesto una trampa y hemos caído como bobas. Y con bobas me refiero, principalmente, a los hombres cis homosexuales. Hemos caído en la trampa del heteropatriarcado, que ha decidido «tolerarnos», acogernos con condiciones, integrarnos. Si tenemos dinero, incluso, podemos ser como los burgueses normales. Y si no nos excedemos en nuestros amaneramientos y tenemos un look que no chille, hasta podemos acceder a trabajos normales, evitamos (más o menos) que nos peguen y nos insulten y vivimos (más o menos) en libertad… ¿esto lo hemos conseguido nosotros? ¿es suficiente? ¿se ha quedado alguien fuera?
Llevo mucho tiempo sin escribir, pero eso no quita que piense y reflexione sobre la realidad, lo que veo, lo que leo y lo que pasa. Esta mañana en el bus el tema que me rondaba era la visibilidad, la llegada de las diferentes identidades a puestos de poder y la diversidad en las instituciones públicas y privadas. Y he caído que los únicos que podemos sentirnos mínimamente representados somos los hombres cis homosexuales dentro de todo el espectro queer / feminista / trans*. ¿Cuántxs trans*, cuántas lesbianas, cuántas personas no binarias son de derechas? ¿No tendría sentido (o sea, teóricamente, ideológicamente me cuesta más), que la diversidad llegara a todos lados si ya estamos integradas y representadas? ¿Por qué en los partidos, las noticias, los parlamentos, las empresas y demás el foco apunta, mayoritariamente, a los hombres gays? Hay excepciones, por supuesto, pero no dejan de ser excepciones. También pensaba que hemos caído, y esta vez sin apenas pensar, en otra trampa burguesa, hetero, patriarcal: la del amor romántico. No me fío en campañas y lemas que basan todo en el amor tipo #loveislove, #lovewins y demás. Porque no estamos luchando por amar solo, estamos luchando por muchas más cosas y reducirlas al amor no solo es cursi, también es poco eficiente.
Los maricones gays tenemos algunas deudas pendientes con colectivos que nos han ayudado. Y, fuera de las cada vez más numerosas propuestas críticas de celebración del orgullo, que crecen en paralelo a la masificación del orgullo oficial (o, como yo lo llamo, el #Pride), cada vez se tiene menos en cuenta a todo aquel que no sea normativo. Hasta el Ayuntamiento de Madrid, tan opuesto al anterior, ha promocionado el evento con una imagen que resume el orgullo en un hombre cis, homosexual, blanco, acomodado, sin pluma. Y, precisamente, es este hombre el que más visibilidad y derechos ha adquirido, mientras que las demás letras del colectivo siguen condenadas a ser las acompañantes de la gran G. Yo, que soy un buenista y un utópico, pienso que basando toda lucha en la educación, la empatía y la solidaridad llegaríamos a nuestro objetivos más rápido y más eficazmente, y cuando consiguiéramos avances particulares arrimaríamos el hombro para apoyar a los demás, esperando que los demás nos ayuden en nuestra lucha. Y todavía tengo esperanza de que esos valores nos impregnen, pero desde luego el Pride no ayuda a ello.
La primera gran deuda de los hombres gays es con el feminismo. Probablemente el movimiento más complejo, integrador, transversal, dialogante y activista del último siglo. Las feministas han apoyado muchas causas, pero la LGTBI es una de las centrales, pues la L de la sigla les atañe directamente. Sin embargo, los G hemos devuelto el apoyo con machismo, apropiación y marginación. Me entristecía estos días leer a ciertos gays lloriquear por los carteles contra el espartarre en los autobuses de Madrid aduciendo que era una cuestión de educación y no de machismo. O la insistencia de otros sectores, adinerados y adictos al poder, en regular los vientres de alquiler y no mover un dedo por facilitar las adopciones. Cuando una feminista habla, cuando una mujer nos cuenta cómo se siente ante ciertos comportamientos, en vez de tocarle una teta o llamarla «cari» o responder NO NO NO, lo suyo es escuchar y aprender.
Por extensión, también estamos en deuda con las lesbianas. Tratadas durante años como las feas que nadie quiere ver. Haciendo bromas a su costa. Hasta que las famosas no han empezado a salir del armario no hemos despertado, y todavía estamos medio atontaos. Un ejemplo gravísimo de este World Pride: no hay ninguna lesbiana en el pregón, que este año lo hacen varias personas para, en principio, mostrar la diversidad de Madrid (y de España, que es el orgullo oficial a nivel estatal). Así de poco las queremos. Otro ejemplo, algo más cuestionable: en la lista anual de los 50 homosexuales más influyentes de España, publicada en El Español, hay 12 mujeres y 38 hombres. El triple. En la de El Mundo, la cifra es más fuerte: 9 mujeres vs 41 hombres. Sin rechistar, deberíamos dar parte de nuestro tiempo, estar con ellas y cederles espacio para que sean protagonistas.
Otra necesidad es el rechazo frontal a la comercialización de nuestro orgullo. No debemos olvidar ni bajar la guardia. No me vale que El Corte Inglés tenga un corner arcoíris el mismo año que cede a las presiones de grupos ultras y retira un spot (terrible, por otro lado) en el que salen homosexuales. En definitiva, no me vale que esta semana te vistas de rosa y a la siguiente vuelvas a la heteronormatividad con la saca más llena y la imagen más limpia. No al patrocinio de las manifestaciones. Hay un caso que me ha sorprendido para bien este año, de todas formas: en Estados Unidos varias ciudades han decidido, como protesta a la LGTBIfobia de su presidente, cancelar la parte lúdica del orgullo y centrar todos los esfuerzos y recursos en grandes manifestaciones (también festivas, por supuesto, pero con la reivindicación como principal característica). Cuando los organizadores en Los Angeles anunciaron que se sumaban a la iniciativa, TODAS las marcas patrocinadoras retiraron ipso facto su aportación, excepto una, bastante sorprendente. Nissan, marca japonesa y de coches (?).
Las trans* son el colectivo más oprimido y las que lanzaron la primera piedra en Stonewall. Y eso no puede ser. Estos días, en la típica maniobra de distracción y confusión de internet, se han multiplicado cartelitos rollo «gracias a las mujeres trans tú te puedes casar», que como copy está muy bien, pero como lección de queerstory se queda un poco coja. Es como si digo que la II guerra mundial empezó, pasaron cosas, y se acabó. Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera lucharon por su derecho a existir enfrentándose a la policía, y su gesto ha acabado convertido en derechos para mucha gente, pero sobre todo para lo que no eran ellas: hombres cis, blancos, acomodados, normativos. Y ellas, las no normativas, siguen siendo las principales víctimas de la opresión del sistema que nos absorbe y nos da galletitas por portarnos bien. Las trans son nuestras hermanas, nuestras madres, nuestros modelos a seguir y nuestras heroínas. Y no basta con no olvidar, hay que moverse y luchar por ellas, pelear por que tengan espacio y voz. Se lo debemos a ellas.
El olvido es lo que más me preocupa. Si nos olvidamos de dónde vienen nuestros derechos, no podremos luchar para mantenerlos. Lo hemos visto con los obreros, sin ir más lejos. No nos podemos dejar utilizar por el sistema, porque nuestra lucha no exige aceptación ni tolerancia, exige un cambio cultural y educacional, exige la imposición (sí, la imposición) de la diversidad y la diferencia para alcanzar la igualdad. Hemos dejado que aquellos que han sido integrados (me refería a ellos al principio, los que no hacen ruido, los que se comportan como quiere el heteropatriarcado, los que lo son pero no lo parecen) marquen nuestra agenda pública, pues ellos son los que están cerca del poder, o directamente en él, y no parece que sean los más apropiados para defender unas reivindicaciones tan amplias y con tantos recovecos. Al menos, no solo ellos. Necesitamos la no-normatividad, la pluma, el martillo, las disidencias, el fin del binarismo. Los necesitamos para que después, cada uno, se identifique con lo que desee sin ejercer opresión sobre los demás.
Finalmente, no quiero dejar de lado el marcado carácter transversal que tienen las luchas LGTBI. El racismo, el antifascismo, la lucha de clases, el bodyshaming o el bullying son temas que debemos incluir en el Orgullo, porque sin justicia social no hay igualdad. Y un colectivo tan diverso y tan inclusivo pero a la vez tan disperso tiene que tener presentes siempre las luchas de los demás miembros. Mi lucha no es solamente la del hombre homosexual blanco, mi lucha tiene que ser la de todas las letras y todas las realidades. Yo soy la G, pero mis compañeras son la L, la T, la B, la I, la Q, la A, el asterisco y la suma. Mi lucha tiene que ver con el fin de algunos muchos de mis privilegios y prácticamente el de todos los privilegios del sistema heteropatriarcal. Mi privilegio, amigas, suele ser la opresión de otras.
Lecturas interesantes para el Orgullo:
La mercantilización del Orgullo en eldiario.es
Racismo LGTBI, por Owen Jones en eldiario.es
Diccionario LGTBIQA+ en Vanity Fair
Stop Plumofobia en Lo Dice Diana Aller
Se busca Orgullo en Apoyo Positivo
El drag es una forma de activismo, entrevista a Sasha Velour en EW
Islam Queer en Público
El pregón sin lesbianas en Hay Una Lesbiana en mi Sopa
Homonacionalismo, por Brigitte Vasallo en Pikara Magazine
Tu amor no siempre gana en Bloque Andaluz RS
Y una lista de canciones by me para escuchar mientras lees.
Acabo como empiezo:
¡Más orgullo y menos pride!
¡FELIZ ORGULLO, MARICAS, BOLLERAS, TRANS, BI, INTER, QUEER, FEMS, BUTCHS ET AL.!
Reblogueó esto en BLOQUE ANDALUZ DE REVOLUCIÓN SEXUAL .
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compas que reivindican ser marika, no gay:
https://encuentromarika.noblogs.org/
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