Carmencita Bar, el triunfo de las cosas sencillas
Cada vez que voy a Madrid (menos de lo que me gustaría/debería), intento pasarme al menos una vez por Carmencita, un bar bastante especial que está en la calle San Vicente Ferrer 51, en esas cuadras que dibujan la frontera de Malasaña con Conde Duque.
Abierto hace un par de años por una americana de ascendencia española y un leonés, el local ofrece lo mejor de los dos mundos: lo mismo puedes degustar una deliciosa cecina con confitura que hamburguesas de buey de esas que te dejan saciado para dos semanas. Debido a esta doble nacionalidad, se han vuelto especialmente exitosos sus martes de intercambio, en los que se reúnen personas de habla inglesa y de habla hispana para hacer tándem, practicar idiomas y hacer networking. Además, cuentan con una carta de gintonics más que respetable, elaborados, como no puede ser de otra manera, con mimo y dedicación.
Pero las acciones de Carmencita no se acaban en su carta de comidas y gintonics. También es un sitio de lo más acogedor para tomarse una caña (con tapa, claro, esto es Madrid… especialmente deliciosa su tortilla de patatas) o degustar tartas y pasteles de rollo anglosajón, con bien de mantequilla y más ricos imposible. Y para terminar, sus brunch de sábado, con una carta de lo más completa (y mimosas a un euro)
Sí, sé que la entrada en un poco publirreportaje, pero creo que, cuando un local, negocio, idea o iniciativa es buena, pocos son los elogios. Me gusta aportar mi granito de arena para dar a conocer las cosas que me gustan, y en el caso de Carmencita, la cosa va más allá de tener una buena carta y montar actividades: hay que unir el exquisito trato, la simpatía y la comodidad del lugar. Un gustazo.
Borjalona 