Borjalona

Desde que vivo en Sant Antoni, mi vida social ha incrementado bastante. Antes, desde Sagrada Familia, muchos días me daba pereza bajar hasta El Raval para tomar una caña y luego volver a subir en bici. Un rollo. Pero ahora estoy disponible 24/7 para lo que surja, voy en bici o andando a todos lados y el transporte público lo dejo para días de lluvia. Tener todo a mano me ha llevado a ir a bares que me encantan de manera regular. Aparte de mi favorito de Barcelona, el Elisabets, con sus bocatas baratos y ricos, estos son los 3 locales cercanos a casa que más visito últimamente.

Rekons

Es un restaurante, más que un bar, regentado por argentinos y con una oferta de empanadas que se te cae la baba nada más verlas. Aparte, la carta mezcla dos cosas básicas: comida rica con precios populares. Especialmente conocidos son sus quilombos, platos combinados con ensaladas, empanadas y otras cosas ricas, como las patatas bravas, que tienen una salsa que roza el orgasmo, pero mi favorito es el bocadillo de pavo braseado (al pedirlo, hay que decir que te lo pongan completo, con queso y ensalada). Con medio bocadillo quedas saciadísimo y sólo cuesta 3 euros. ¿Quién da más? Dentro de su selección de vinos se encuentran los de Casa Mariol, otra razón extra para ir.

Desde hace 3 semanas he instaurado la tradición cada viernes de, al salir del trabajo, ir a Rekons, pedirme medio bocadillo y una empanada de carne para llevar y zampármelos en casa antes de echarme la siesta.

Está en el cruce de Floridablanca con Urgell. Los fines de semana, si no llegas pronto, te tocará hacer cola para sentarte, aunque ahora han ampliado el local y parece que se han solucionado este problema.

Por último, como curiosidad, el término Rekons es una palabra quechua que significa agua clara, pero también recuerda al racò catalán… mis amigos y yo siempre dudamos de la pronunciación.

La Bodega

En una callejuela de El Raval, Bisbe Laguarda, se encuentra este local que desde fuera no llama demasiado (solo pone Bodega, parece que no tenga nombre), pero una vez que entras no quieres volver a salir: decoración antigua, intocada, Moritz a mansalva, tapas a precios razonables y un trato guay. Armando, el dueño, es muy simpático e interactúa bastante, sin resultar pesado. Por las noches se llena bastante y es difícil sentarse (las mesas, pocas, son antiguas máquinas de coser Singer), pero eso para un madrileño de pro como yo no es problema (¿alguien sabe por qué los barceloneses, si no pueden sentarse, se van de un bar?, ¿qué fue de la caña en la barra?). También está abierto durante el día, para tomarse un café más tranquilamente.

La Casa de la Pradera

Barcelona tiene cosas maravillosas, pero hay un pequeño detalle en el que Madrid (y muchas otras ciudades de España) le va a la delantera: las tapas (gratis). Acostumbrado como estoy a pedir una caña y que te pongan algo, aunque sea un trocillo de pan con una loncha de chorizo malo, me costó habituarme a pagar un extra por echarme algo al buche para pasar la cerveza. Pero héte aquí que llegan unos gallegos y montan, en El Raval, La Casa de la Pradera, un bar/pub/loquesea en el que lo mismo te montan un mercadillo, que organizan un He’s A Rebel o te vas a tomar el aperitivo un domingo.

Uno de los puntos a favor de La Casa de la Pradera, por sus claras reminiscencias madrileñas, es que las cañas son de Mahou. Fuera de los supermercados es misión imposible encontrar el orgullo de Madrid, así que poder beberse una Mahou bien tirada con tapa es lo más cercano a Malasaña que podemos disfrutar aquí. La oferta la completa, en formato tercio (perdón, mediana), Alhambra, otra cerveza local (de Granada) y de sabor peculiar.

Lo conozco desde hace relativamente poco, pero ya he ido unas cuantas veces, de noche, y los precios están bien, la música también, el ambientillo es divertido… vamos, ¡un lujo! Está en Carrer Carretes.