Las Palabras
El diccionario de Oxford elige cada año una palabra a la que denomina «palabra del año». Una maravilla que pone en el mapa académico vocablos no tenidos en cuenta, que promociona la labor de Oxford y que da publicidad a algo tan cotidiano y tan denostado como el lenguaje. Si hay que esperar que la RAE haga algo parecido nos sentaremos y nos haremos viejitos y la barba nos llegará al suelo. Esos señores mayores y rancios sólo se preocupan de generar aberraciones tipo cederrón y de intentar ahogar el desarrollo natural de la lengua con sus normas estrictas y su corrección extrema y su negativa a añadir palabras del día a día. Al menos está Fundéu BBVA, que aparte de tener una cuenta de Twitter muy recomendable, educa, aconseja y resuelve dudas. El caso es que la RAE aparece como asesor de Fundéu. Qué cosas. En español, para Fundéu, la palabra del 2013 fue escrache, quedando como finalistas expapa y (ovación) wassapear.

Niña llorando por un escrache
Volviendo a Oxford, la palabra de 2013 en inglés fue selfie. La palabra se acuñó en 2002 en un foro de internet, pero ha sido durante el último año que se ha popularizado. Podríamos decir que explotó con Obama y se quemó con Ellen Degeneres. Los trolls del español, muy dados a opinar y a ladrar antes de leer, pusieron el grito en el cielo diciendo que un selfie es una autofoto de toda la vida, demostrando su escaso interés en los detalles y su pericia para gritar en redes sociales y su falta de pericia para entender las propias redes sociales. En el detalle está la diferencia: una autofoto de toda la vida es aquella en la que coges, apuntas el objetivo hacia ti mismo y disparas. Lo hemos hecho todos con cámaras analógicas, automáticas, de usar y tirar, digitales y móviles. Para que esa autofoto sea un selfie, es necesario que sea compartida en redes sociales. Es decir: para que la autofoto del viaje de fin de curso de octavo de EGB se convierta en un seflie tienes que ir al cajón de las fotos, encontrarla, escanearla y compartirla. Un lío. La palabra selfie ha vivido un auge tan rápido como estomagante: la cantidad de artículos, tuits y mierdas con el vocablo en su titular desde el maldito (y patrocinado) selfie de la gala de los Oscar ha sido excesivo. La resaca duró días, los memes se multiplicaron, los programas de TV se apuntaron a hacerse sus propios selfies y hasta en Alaska y Coronas le dedicaron su última entrega. Un empacho de selfies.

Selfie londinense de finales de 2007. La he sacado de mi perfil de facebook, así que sí es un selfie.
Uno de los fenómenos que más me gustan del lenguaje es la resignificación de las palabras. No sé si se llama así exactamente, pero me refiero a aquellas palabras cuyo significado original es uno (normalmente peyorativo) y acaba siendo apropiado por las víctimas para darle la vuelta y rellenarlo de orgullo. Ha pasado (hasta cierto punto) con maricón (quizá es mejor ejemplo el inglés queer), aunque mi ejemplo favorito, todavía en proceso, es el que está viviendo el término (que la RAE lo incluya, por favor) feminazi. Nacido como insulto a las feministas por parte de machirulos sin dos dedos de frente, ha acabado por ser adoptado por varias feministas para definirse y reafirmarse. Algo parecido debería pasar con otro término de moda (apufff): hipster. Ha servido (una vez más, el selfie es su secuela), para inundar revistas y webs de artículos tontos, y en pocos he leído alguna referencia a uno de los libros que intentan desentrañar no sólo el movimiento/tribu/pandilla de bobos, sino la resignificación de esta palabra desde los años 50 hasta ahora, ese ¿Qué fue lo hipster? publicado en España por Alpha Decay y que no hay excusa para no leerlo porque es finísimo y bastante ameno. Cuando Vicente me contó que estaba montando una web llamada Hipsters from Spain me sonó fatal, no entendía muy bien por qué elegir un nombre que de primeras puede provocar tanto rechazo, ya que ni los hipster reconocen serlo ni los medios dan una imagen positiva de nada que incluya el término hipster. Cuando lanzaron la web, al pregunta seguía ahí: vale, es una especie de base de datos de gente creativa en España, de jóvenes (bueno, y no tanto), que hacen cosas y son creativos, con un diseño limpio y fácil, unas fotos bonitas y unos textos fáciles de leer en inglés y en castellano… entonces, ¿por qué meter la dichosa palabra en el nombre? De momento, han recibido bastantes críticas y chascarrillos por ello, pero también una atención mediática poco habitual en proyectos tan recientes. Y los responsables (Vicente Ferrer y César Segarra) ya han dicho que el título es lo de menos, que lo que les interesa es el contenido. Mi pregunta sigue sin tener contestación, pero pasada la extrañeza inicial y acostumbrado al nombre, ya no me parece tan raro. ¿Estará el hipsterismo en una fase más de resignificación? No lo creo.
Para acabar esta entrada sin sentido, quería hablar de una de mis palabras favoritas. No del castellano, también de otros idiomas: COCHE. Etimológicamente viene del húngaro kocsi (¿¿?? ¿Cómo llega una palabra húngara -uno de los idiomas más misteriosos del mundo junto al euskera y el finés- hasta el castellano?) y se refería a los carruajes, pero en España la utilizamos para los vehículos motorizados. En otros países se utiliza automóvil o carro. Nosotros nos quedamos con el coche de caballos. Igual que los catalanes y su cotxe y los gallegos y su coche. La cosa es que, de memoria (bueno, y también echandop mano de traductores), en otras lenguas romance las palabras usadas para coche difieren mucho, y no digamos ya en las no romance: voiture, macchina, carro, auto, mașină, autoa, car… Pero ni rastro de coche.
A todo esto, yo ni siquiera tengo carnet de conducir. Ni pedigrí para ser hipster. Ni coño para ser feminazi. Y los selfies los practico desde hace años.
Genial artículo! Creo recordar que la reasignación también se conoce como «apropiación». Con los hipsters, las selfies y demás, como dijo Salvador Dalí, entiendo yo que riéndose de si mismo: «El primer hombre en comparar las mejillas de una joven a una rosa fue obviamente un poeta, el primero de repetirlo fue posiblemente un idiota». Otra cita que me encanta sobre las palabras es de Houllebecq, que vendría a decir que la publicidad y marketing (mercadeo en Latinoamérica) es la sublimación erótica de los sueños húmedos de los lingüistas y filólogos, discusiones infinitas y millones de euros en juego por el significado y significante medido exacto de cada expresión.
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