Crónica íntima de mi primer Sónar

– Nunca había ido al Sónar entero. El año pasado fui un día, el viernes, a ver a Sanatruja y me lo pasé bien, así que este año, con un cartel bastante molón, me apunté a última hora. Y ha estado muy bien. Divertido y cómodo. Aunque con bastantes sombras, sobre todo en cuanto a organización y trato al asistente. Comenzaré con una cronología personal y terminaré con los puntos negros que vi.

– El jueves fue tranquilo. Comenzamos funky con Kindness, que estuvo muy saltarín y muy de tirarse al público y dar espectáculo a una hora tan mala como las cuatro de la tarde. Si su música es sexy y tranquila, el concierto fue una fiesta de baile y sudor. Él me parece igual que Adam de Girls y es un señor joven muy guapo. Después nos movimos a ver a Arca, que en palabras de una amiga venezolana «no es maricón, es travesti», pero no aguantamos mucho. Claro, yo soy un pop y el Sónar es un festival de electrónica y música avanzada y experimental y tal, y a mí estas cosas me cansan y no las sé disfrutar. Así que vimos un poco, nos atormentamos, nos agobiamos (esa sala Twin Peaks de las cortinas podría servir para torturar a las masas) y cuando ya no se podía sudar más salimos por patas. Luego se decía que muy bien, que muy agresivo y muy guay todo. No sé, not my cup of tea. Mi memoria me falla un poco, porque no tengo grandes recuerdos de lo que hubo entre Arca y Hot Chip. Bueno, sí, hubo reencuentros, encuentros, saludos, exploración del lugar… También intentamos entrar en un escenario en el que había cola y pasamos y, como nos habían robado la comida en la entrada, salimos a un bar a comernos un bocadillo. Y el día terminó con Hot Chip, que han tocado 3.000 veces y todas son divertidas y son el típico grupo que ya sabes que no va a fallar porque tienen muchos discos y todos molan más o menos, pero molan. Revisaron hits, lanzaron ritmazos con una baterista que lo daba todo (y que exijo que incluyan YA en la banda, en las fotos promocionales, en TODO) y nos hicieron bailar mucho y cantar más. Después, primer elemento de comodidad: me fui andando a casa como un rey, feliz, pronto y poco cansado.

– Antes, cuando era joven, sí me quedaba afónico en los festivales, pero ahora no suele pasar: me lo tomo todo con más calma y no canto tanto. El viernes, sin embargo, tuve un flashback y amanecí con flema sexy. Gracias, Hot Chip. El viernes me levanté pronto y con ganas y fui a la compra y preparé pasta con butifarra. Esta vez, si me querían hambriento, no lo iban a conseguir. Ese viernes de día no quería ver nada, así que en realidad fui a pasear, a charlar, a beber cerveza y a recoger a mis amigos que llevaban allí desde el mediodía. Bueno, miento: quería ver a Dessert pinchando, pero era muy temprano y la noche se presentaba larga. Aprovechamos para ver la zona de Sonar+D, jugueteamos con maquinas, nos explicaron cosas y descansamos sin sol y con barras vacías. También salimos del recinto para poder cenar a precios de España (7€ por cabeza).

– La noche, efectivamente, fue larga e intensa. Pasamos a ver un segundo a Render b2b Veski, pero no teníamos tiempo. El momento que más esperaba del festival era el concierto de Roisin Murphy, que me dejó un poco a medias. Muy bien porque ella me chifla, canta muy bien, tiene un sentido del espectáculo bastante peculiar y además se curró unos 2o estilismos diferentes para 1 hora de concierto, aderezados con máscaras, diademas y gadgets de todo tipo. Pero cantó poco. Mucha transición musical eterna entre canciones, más tiempo dedicado al cambio de vestuario que a otra cosa… el show ideado por una persona desequilibrada a la que admiro mucho. Tras hacer un reconocimiento del terreno, que es muy útil para no perder a tus amigos y aprenderse las distancias, volvimos donde había tocado Roisin para volver a ver a Hot Chip, que optaron por tocar exactamente el mismo repertorio que el día anterior. Pues qué mal, entonces, pensará alguno. Pues no. Sonó mejor, era noche cerrada y el escenario tenía más empaque, así que como fan, los dos conciertos fueron una doble alegría. Entonces llegó Jamie XX, para algunos un genio máximo, para otros un estafador. Para mí, ni lo uno ni lo otro, un entertainer moderno, de ahora, que te mezcla cosas y te hace bailar y pasártelo bien. Y, más que importante: al menos en las cosas que pone hay gente CANTANDO. A mí una voz ya me hace casi la mitad, no soporto más de 10 minutos la electrónica repetitiva y sin voces. Aguantamos como pudimos hasta el comienzo de The 2 Bears, que yo creía que eran unos novios bears pero que luego me dijeron que no, que uno tiene una familia burguesa convencional. Molaban, cantaban, eran noventeros, pero la simple idea de tener que llegar a casa y que quedaba otro día más de festival nos hizo desistir de esperar al final y abandonamos.

– Y llegó el último día, y las fuerzas parecían no flaquear. Sueño plácido y reparador, arroz con carne y al lío. En realidad, solo quería ver a Bomba Estéreo, así que me lo tomé todo con calma. Cuando llegamos, intentamos ver un par de cosas, pero desistimos: Evian Christ por bruto y Valesuchi por masificación y calor extremo. Bomba Estéreo, quizá por las ganas locas que tenía de verlos, me dejaron una sensación rara. Comenzaron muy a tope, bailongos, caribeños y animados, pero la parte central del concierto fue aburrida, se entregaron a una especie de psicodelia que muchos no entendimos, y de hecho era visible que mucha gente abandonó por eso. Al final estábamos muy cómodos y con espacio, más cerca del escenario de lo que estábamos al principio, y terminamos dándolo todo porque sí que acabaron con fiesta (el concepto y la canción).

– Salimos, miramos horarios, y decidimos que había tiempo para darse un homenaje gastronómico. Caminamos unas cuantas calles hasta el Sofrito y nos pedimos unas raciones de comida latina para coger fuerzas. Yuca con salsa brava, nachos con guacamole y frijoles, tequeñones (mi comida favorita desde hace 2 años) y cachapa de carne (que podría comer eternamente). Delicias que nos pusieron a tono para suplicar un taxi, estaba imposible. Llegamos por lo pelos a FKA Twigs, que moló muchísimo. Vaya voz, vaya graves, vaya sueño. Esa noche fuimos un poco de aquí para allá, improvisando, y me encantaron las sesiones de Cashmere Cat y Flying Lotus (esta no la vimos entera). Hicimos el amago de ver qué estaban haciendo The Chemical Brothers, pero aquello olía a tragedia humana y musical y acabamos en Pxxr Gvng, que estuvieron divertidísimos. ¡Y salió La Mala a cantar con ellos! Fue un poco fiesta de fin de curso de 4º de ESO, con el escenario lleno de adolescentes problemáticos haciendo playbacks y bailando, pero animaron mucho el percal. Annie Mac hizo una sesión dignísima, pero los visuales no acabamos de entender si eran en serio o eran una parodia de la simbología electrónica de los 90. Feísimos. Visto todo lo que queríamos ver, nos pasamos por Meneo pero aquello nos dejó claro que ya estaba todo el pescado vendido. Adiós, Sónar, nos volveremos a ver seguro.

– Empecemos con cosas malas: no dejan meter comida. El jueves llegué con mis sandwiches de casa (de pavo, queso y rúcula) y tuve que dejarlos en la puerta. La escena fue bastante desagradable, porque nadie quiso decirme una razón válida para no permitir que nos lleváramos alimento (la razón es DINERO, claro) y cuando los de seguridad me señalaron el sitio donde tenía que dejar mi bolsa lo hicieron entre risas, comentando la cantidad de gente que había venido con comida que, evidentemente, iban a tirar a la basura. Me dejó bastante perplejo que se rieran de algo tan feo y tan sensible. Intenté quejarme por Twitter pero pasaron de mí, y mucho. Alguien comentó con gran tino que, si no dejan pasar comida, deberían darle un puesto en la entrada a ONGs y asociaciones que recojan esa comida y se aseguren de que no va a acabar desperdiciada.

– Más: los precios son muy abusivos. Más que los del Primavera Sound. Que un vasito de cerveza o un refresco cuesten 3,5€ de día y 4€ de noche es una barbaridad. Y por la noche la cosa se complica no sólo porque es más caro, sino porque una vez que entras no te dejan salir y volver a entrar, con lo que buscar alguna alternativa cercana para tomarse una cañeja a precio normal es imposible.

– Y más, pero ajeno al festival: los taxistas, un gremio bien organizado capaz de paralizar empresas que ofrecen alternativas a su servicio, se han dedicado en el Sónar de noche a estafar y a cometer irregularidades con el servicio en un fin de semana que, además, el Ayuntamiento les dejó trabajar libremente (normalmente la mitad de la flota trabaja el sábado y la otra mitad en domingo. Cuando hay eventos especiales en la ciudad pueden trabajar todos los que quieran). Así, he oído historias de precios pactados, vueltas sin sentido por la ciudad, gente rechazada por no ser extranjera (que a estos sí se les puede timar sin que se quejen). El domingo por la mañana nosotros cogimos un taxi a Paral.lel por algo menos de 13€. A una amiga le hicieron precio cerrado a Drassanes por 30€. Más del doble por el mismo recorrido.

– Definitivamente, el sábado es el peor día para estar, y este argumento me va a quedar muy hispter: es el día libre de todo el mundo y la cosa se masifica hasta lo insoportable, desde tardar 15 minutos en pedir una cerveza a intentar acceder a un concierto y no poder. No me quejo de que haya mucha gente, ojo. Lo que me parece fatal es que sabiendo que la asistencia se duplica el sábado, los recursos para ese día (camareros, baños) sean exactamente los mismos que los del jueves y el viernes. Ahorro a costa de joder al público. Si el jueves y el viernes pedir era normal, un poquito de espera y ya, el sábado era imposible.

– Y comentar que la comidilla del sábado fue la visita de Ada Colau al Sónar Día.

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  1. […] 10. Crónica íntima de mi primer Sónar: aunque ya había ido una vez, solo fui de día y una jornada. Así que en 2015 fue mi primer Sónar completo y lo conté desde una perspectiva personal, poco profesional. Lo pasé muy bien, pero también tuvo momentos y detalles feos, desde precios abusivos a normas rarísimas como no dejar meter comida. […]

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