Actrices y dinero
1. Jennifer Lawrence escribió hace unos días una columna de opinión en Lenny (newsletter a la que debe suscribirse TODO EL MUNDO) en la que hablaba abiertamente de la situación de las mujeres en Hollywood. Todo a raíz de los mails filtrados de Sony en los que Lawrence descubrió que su contrato era ligeramente menos ventajoso que el de sus tres compañeros masculinos, y exactamente igual que el de su compañera en American Hustle, Amy Adams. El texto es maravilloso por varias razones: para empezar, reconoce antes que nada que es un problema del primer mundo, pues ella tiene dinero para vivir el resto de su vida gracias a sus blockbusters. Segundo, porque deja clara la intención de dejar de disculparse por el simple hecho de ser mujer. Hay algún pero formal que no estaría mal que revisase: habla de su compañeros «con polla» para referirse a que los hombres cis son más privilegiados que las mujeres, pero al hablar de pollas se olvida, por ejemplo, de las mujeres transexuales no transicionadas, que me atrevo a decir que cobrarán todavía menos que una mujer cis. Pero, aparte de este pero, es importantísimo que alguien tan influyente como Lawrence se levante contra la industria que la discrimina (a pesar de ofrecerle una vida al alcance de nadie).
2. Jennider Lawrence es, probablemente, la estrella de cine más grande que hay en la actualidad: no solo es buena en su trabajo, sino que además recibe premios y, lo más importante para la industria, hace ganar mucho dinero a los estudios. Solo la franquicia de Los Juegos del Hambre (una de mis debilidades, he de decir) ha generado más pasta que muchos PIBs. Y también participa en la saga X-Men. Lawrence es, sin duda, la más famosa, pero no la primera. En la presentación de Grace & Frankie, la comedia de Netflix protagonizada por Lili Tomlin y Jane Fonda, ésta contó que habían descubierto que ellas, los personajes principales, cobraban lo mismo que sus secundarios, Martin Sheen y Sam Waterson, y que no les parecía justo. Sin embargo, no les salió bien la jugada: unos meses más tarde se retractaron de sus palabras y dijeron que había sido todo una broma, que estaban de acuerdo con que todos cobraran lo mismo. Una pena y una oportunidad perdida, que sorprende viniendo de dos damas bastante combativas.
3. Tampoco es nuevo eso de descubrir que los actores cobran más que las actrices: ya lo han denunciado Charlize Theron (que, otro probnlema del primer mundo solucionado, consiguió un aumento de sueldo de 10 milloncejos), Amanda Seigfried o Patricia Arquette, cuyo discurso de aceptación del Oscar, a pesar de ser malinterpretado por algunos, dio una buena bofetada a Hollywood.
4. Sin duda, la acción ante este problema que más me ha gustado ha sido la de Siena Miller, a pesar de que creo que se ha quedado corta. La actriz inglesa ha contado que dejó una obra de teatro que le apetecía mucho hacer porque su sueldo era menos de la mitad que el de su compañero, en una obra en la que solo estarían ellos dos sobre el escenario. Lo que me gusta es que Miller afirme que es algo doloroso (en el plano artístico), pero que tienen que empezar a hacer las actrices como protesta. Lo que no me gusta de Miller es que no haya dicho de qué obra se trataba: no por avergonzar a su partenaire (Jennifer Lawrence deja claro que cada uno negocia su contrato), sino al productor que considera que una mujer debe cobrar la mitad que un hombre por el mismo trabajo. Para que ninguna actriz acepte trabajar con él. Para empezar a llamar a las cosas por su nombre.
5. España, obviamente, no se queda atrás. A pesar de que los medios de comunicación no suelen investigar sobre lo que ocurre en nuestro país (qué tiene más relevancia aquí, ¿el sueldo de Jennifer Lawrence o el de una actriz española?), El Mundo ha hecho una aproximación al asunto y añade una cuestión más de discriminación: la edad. Los sueldos de los actores españoles, cuando son jóvenes, suelen estar más o menos igualados, pero a medida que se hacen mayores, al haber más papeles masculinos y menos femeninos, los sueldos empiezan a abrir una brecha que aumenta a la par que se envejece. Aquí entra el ageism (discriminación por edad… ¿edadismo en español?): mientras es habitual que los actores, tengan la edad que tengan, aparezcan acompañados por actrices jóvenes, es extraño aquella actriz mayor de 40 (edad de jubilación femenina en el audiovisual, al parecer) pueda ya no solo estar emparejada con un actor más joven, sino estar siquiera emparejada con un actor de su edad o mayor. Merece la pena leer el artículo entero, pues varias profesionales del cine se han mojado y han contado experiencias personales y percepciones de la industria.
6. Así las cosas, parece que poco se puede hacer, más allá de la denuncia en medios. Y, además, como comentaba en el primer párrafo, el sueldo de actrices millonarias no debería ocupar demasiado (en realidad, casi nada) de nuestro tiempo de lucha. Pero hay algunos pequeños actos que podemos llevar a cabo y que no cuestan ningún esfuerzo: cuando vayamos al cine, por ejemplo, podemos seleccionar la película en función de la presencia femenina, intentar apoyar el cine dirigido y/o escrito por mujeres. O, cuando vayamos a entrevistar a alguien del sector, sacarle el tema y, si es necesario, los colores. Insistir.