Nos odian

Es muy posible que este texto se haya escrito millones de veces con otras palabras. Pero nunca deja de ser necesario recordarlo, porque es uno de esos mensajes que por mucho que se suelten y lleguen, hacen que algunas orejas se cierren como mecanismo de defensa. Para hacer esto, he transcrito notas sueltas que he ido apuntando en los últimos meses y me he inspirado por esa mecha falleromarika que es Ética Marica, lo reconozco. Le debo mucho. Desde ya pido perdón por los posibles errores, las más que seguras omisiones involuntarias. El texto está escrito con rabia y del tirón tras consultar las notas, así que no voy a poner ni links ni hostias. Nada. Google. Sí pondré imágenes descontextualizadas para entretener un poco. No pido perdón por las palabras dirigidas a aquellos que nos odian.
La realidad es que nos odian. Nos odian por todos lados. No son muchos, pero son masa, o eso parece. Han intentado tolerarnos, aceptarnos, ignorarnos, pero se han revelado incapaces de hacerlo, porque aceptándonos, tolerándonos e ignorándonos no desaparecemos ni nos escondemos ni bajamos la guardia, que es lo que realmente desearían. Ven tambalear su mundo por una turba, otra masa pero más heterogénea, de mujeres, bolleras, trans, marikas, drags, no heteros, racializadas, comunistas, antisistemas, fluids, nobinarios, travestís. Los que nos odian son la minoría erigida como mayoría, es la élite, pequeña en número, grande en cuentas bancarias y asientos de poder, con un think tank permanente que busca formas de odiarnos, que consigue filtrar sus ideas hacia abajo, como goteras. Esas goteras que permiten y ali(m)entan el colaboracionismo. Las colaboracionistas no son las más peligrosas, pero sí las que tenemos que enfrentar día a día. Son los gays aburguesados, las abejas reinas, los obreros neocon, los que tendrían que estar con nosotros pero han decidido esconderse y diluirse para seguir siendo odiados pero menos.
Nos odian porque nos cuidamos entre nosotras. Porque no nos gusta estar solas y nos buscamos, nos queremos y no bajamos la cabeza. Nos odian porque, como diría mi amigo Ale, creemos en la sororidad y en el otro. Nos odian porque intentan dividirnos y aunque a veces lo consigan, la mayoría de veces esos intentos nos sirven para conocer mejor a nuestro enemigo.
La justicia nos odia: si nos apalean por maricones al grito de «¡maricones!» la justicia considera que no nos han pegado por ser maricones. Si nos violan, tenemos que explicar por qué nos han violado, qué hemos hecho antes, durante y después, por qué no estamos desactivadas si tan malo es que te violen. Si las personas racializadas por el simple hecho de estar racializadas tienen más papeletas para ser detenidas, paradas, sospechadas y linchadas es porque no son de fiar, no son nosotros, no son de aquí. Si eres rapero habla de tus cosas, de chatis, de marihuana, de lujo y de dinero, pero no seas de izquierdas ni critiques al poder. Y si lo haces, ya sabes a lo que te atienes: a la cárcel. Si haces un chiste en una red social sobre maricones, mujeres, racializadas, pobres y trans tranquilo, todo el sistema judicial está contigo. Eso sí, no te rías de un presidente de una dictadura, y menos si eres una mujer trans: no solo te condenaremos y arruinaremos tu carrera académica, sino que te trataremos como hombre y te perdonaremos un año más tarde para que aprendas la lección. Y de regalo, tu aspecto físico será analizado en todos lados.
No nos pongas en una cabalgata, no se te ocurra. No corrompas a nuestros hijos, no les quites la ilusión, maricón. Qué hará una travestí en una cabalgata, si lo que tendría que estar es escondida, tapada, en un tugurio nocturno, que es donde pertenece. No dejemos a las travestís ver la luz del sol. No acerques a tus hijos, que se contagian. Además qué onda que además de una travestí haya una negra. Y una cabaretera. Qué confusión para los pekes, ellos solo quieren caramelos y leyendas bíblicas, lo demás es jugar con su ilusión y nuestra ideología. No os lo perdonaremos jamás, orgullovallekano.
Una de las estrategias más novedosas y ruines para odiarnos sin decir que nos odian es llamarnos buenistas, censores o defensores de la corrección política. Porque ahora ya no se puede decir nada. Porque ya no se puede insultar a maricones y bolleras y trans y negros y chinos. En seguida salen los buenistas, los que consideran que todo es racista, porque yo no soy racista, pero. Ni machista, pero. Las marikas os enfadáis por todo. Y luego venís a linchar. Sí, lo que antes no tenía respuesta más allá de las risas y la complicidad, resulta que ahora sí la tiene, de las afectadas y sus aliadas. Pasar de cero a uno puede parecerte un linchamiento, claro, si nunca nadie te ha tosido, una partícula de polvo puede romperte una pierna. Pero resulta que a nosotras nos han linchado toda la vida y cada vez estamos más aceradas, estamos a tres hostias de convertirnos en diamantes y de que solo podamos rayarnos entre nosotras. Primer aviso.
He leído en comentarios chuscos que Putochinomaricon está muy bien para reírse de él en las fiestas del barrio pero no para el Sónar. He visto un artículo en Cadena Ser afirmando que un tercio de los homosexuales se drogan para follar. He visto titulares (mis clicks van a otros medios) que aseguran que un monstruo es más monstruo que otros monstruos si es mujer, racializada, inmigrante y de izquierdas. Un señoro ha dicho que las mujeres también matan. Gracias, no lo sabíamos. Un dato relevantísimo. Cuéntame menos. Otros piden que nosotras seamos cómplices de que el estado asesine a gente y que encierre a gente para que se pudra. He oído a una política decir que ella no es una vaga, que ella hace huelga a la japonesa, para acto seguido decir que ella nunca ha dicho nada huelgas a la japonesa, que nos lo hemos inventado. He oído, escandalizado, que la transversalidad es juntar a gente de derechas e izquierdas. He oído que qué malo el feminismo porque está ideologizado y que qué bueno el feminismo bueno, el que no tiene ideología pero es neoliberal porque el neoliberalismo no es ideología, es sentido común. He visto cómo se retiraban subvenciones para la lucha contra el SIDA y el VIH para dárselas a programas pro-vida. 287 agresiones en 2017 por orientación sexual. En el estado español, no en lejanas y exóticas latitudes.
Nos odian porque nos han dado migas y queremos la barra entera. Me la sopla poder casarme o sufrir procesos insufribles para adoptar un niño. A las trans no dejan de marginarlas ni asesinarlas porque en su DNI ponga su nombre real. Por supuesto, todos estos derechos son nuestros, no tenemos que dar las gracias, ni siquiera estamos obligados a utilizarlos ni a estar completamente de acuerdo en su fondo burgués. Gracias por tratarme como a una persona, eres lo piu. Pero el DNI trans no elimina opresión. Hacer la declaración de la renta conjunta no elimina los gritos de MARICÓN ni las hostias, ni siquiera elimina las miradas furtivas. Las mentiras con sonrisa de ministras y presidentes no han evitado los 99 feminicidios de 2017. Ellos dicen 49, pero son 50 más. Porque solo eres una mujer cuando estás casada. Nos odian porque pedimos más, y no pedimos por pedir, pedimos por necesidad. Ellos no tienen que sufrir lo nuestro, no es un problema para ellos, el único problema que tienen somos nosotras.
Amigas, sabiendo que nos odian, no caigamos en sus trampas. Crucémonos, contémonos las cosas de cada una, lo tuyo no aplica en lo mío, pero me va a ayudar a entenderte y apoyarte. Seamos amigas, cuidadoras, amables entre nosotras y chungas con los que nos odian. Si caemos en la trampa acabamos odiándonos a nosotras mismas y a nuestras aliadas: las colaboracionistas que compran el discurso del enemigo porque están más cómodas, los maricones que se olvidan de las compañeras trans, lesbianas, bi, queer, fluídas, porque ya estamos más respetados y claro, no nos vamos a juntar con las desclasadas. No seamos el gay que quieren que seamos, seamos la turba queer que temen. No dejemos el colectivo cuando hayamos conseguido lo personal. Seamos amigas, repito. Sin amigas no se puede. Un besito.