Lavapiés: un paseo

Pues sí, por fin hice mi día forever alone por las calles de Madrid. El jueves. Estuve caminando de aquí para allá durante horas y horas, unas ocho o nueve, mirando embobado mi ciudad, visitando galerías de arte, yendo a sitios que tenía pendientes, manifestándome y haciendo paradas para repostar y leer (ahora estoy con Otra Dimensión de Grace Morales, que es magnífico). El caso es que quería comer en La Casa Encendida, que me habían comentado que tenía un menú barato y que no estaba mal, y me vi entrando en Lavapiés, pero era muy temprano. Sigo siendo de esos a los que comer antes de las 3 de la tarde les parece sacrilegio. Entonces me acordé de una recomendación de Diana: Wash your mouth, una serie de retratos al aire libre que están expuestas por las calles del barrio y que, como su propio nombre indica, presenta a gente lavándose los dientes. La verdad es que no los vi todos, porque están por todo el barrio, pero me sirvió para darme una vuelta por un lugar del que nunca he sido muy amigo.

Cuando en mi adolescencia empecé a salir por Madrid, el lugar al que ir era Malasaña. Y así se ha quedado, con concesiones puntuales a Chueca y Conde Duque, pero el cuadrado Gran Vía – Fuencarral – Carranza – San Bernardo era el radio de acción en el que nos sentíamos seguros, EL CENTRO. A Lavapiés íbamos a la Filmoteca, a La Casa Encendida y a algún sitio a comer de vez en cuando. En esos años, bajo mi vista snob y boba, aquel sitio era un nido de perroflautas y actores comprometidos que no me interesaba nada. La opinión ha ido cambiando a medida que Malasaña, Chueca y Conde Duque se han ido convirtiendo en lo que son hoy, sitios pijos, carísimos, cada vez más aburridos y con la invasión cupcake acechando desde hace demasiados años. Mucha gente que conozco se ha mudado a Lavapiés en busca de sitios más baratos pero igual de céntricos, con mucho menos postureo (asco de palabra), y el barrio parece haberse abierto. Los perroflas y actores comprometidos siguen allí, pero se las han unido nuevos habitantes.

Así que ahí me vi, paseando por el barrio, descubriéndolo, arrobándome con sus calles pequeñas y con cuestas, sus edificios de colores destartalados y sus pintadas. Y alargué el camino hasta La Casa Encendida durante una hora, bajo el agresivo sol madrileño, con la vista en alto mirándolo todo. Hice bastantes fotos, y quizá si alguien del barrio lea esto se enfade porque me salí de los límites de Lavapiés, que en realidad no sé exactamente cuáles son.

Y por cierto, en La Casa Encendida, efectivamente, se come muy bien, es baratísimo (menú 8,5€), el sitio es agradabilísimo y el personal también. Recomendado totalmente.

 

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  1. […] las entradas sobre Madrid y la de ayer sobre Londres, completo la trilogía de mis vacaciones con un viaje que no fue […]

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  2. […] – Las secciones van naciendo y muriendo constantemente. Una que me gustaba era de los paseos por barrios. Pero dejé de hacerla, sin razón concreta. Solo hice de Marina en Barcelona y de Lavapiés en Madrid. […]

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