Copenhague: Un paseo.

Tras las entradas sobre Madrid y la de ayer sobre Londres, completo la trilogía de mis vacaciones con un viaje que no fue de vacaciones, pero del que pude rascar un rato para el disfrute personal. No viajo nunca por trabajo. Es lo que tiene ser el último mono. Normalmente, aquellos que están todo el día de aquí para allá se quejan precisamente de eso, de no parar por casa y tal. Pues chico, qué drama. Ya me gustaría a mí que mi mayor problema fuera pasar tiempo en aeropuertos, con lo que me gustan. Dadme un trabajo de viajar, que yo lo acepto encantado.
El pasado julio, sorpresa, me mandaron a Copenhague. Lo que fui a hacer allí no interesa por aquí. Apenas dos días de viaje, uno entero trabajando, que al final me dieron para bastante. Llegué un lunes por la tarde, dejé mis cosas en el hotel y me lancé a las calles mapa en mano, dispuesto no sólo a ver la ciudad, que me habían comentado que no era grande, sino también a catar las tiendas de ropa. Me habían contado que en Copenhague la gente vestía muy bien y que, aunque bastante cara, la ropa era molona. No me enteré bien (tenía apenas dos horas de horario comercial por delante) y no pude pasarme por una calle repleta de tiendas de diseñadores locales, pero siempre hay que dejar algo para la próxima vez. Sí que aproveché para ir a sitios que ya conocía y que aquí no hay: Weekday, Episode, Urban Outfitters. Fui rápido, en realidad iba buscando el traje perfecto para la boda, algo diferente, y acabé comprándome bobaditas y mamarrachadas, siendo fiel a mí mismo.
El resto de la tarde la ocupé paseando por el centro, caminando hasta la mítica sirena, mirando a la gente por la calle y certificando que sí, que visten fenomenal: no tienen esa pátina de robots que sí vi en Estocolmo, que parecía que iban uniformados, y tampoco vi una tendencia muy clara, más bien me dio la sensación de que valoran la originalidad, la sencillez y que la ropa se adapte a su personalidad. También me quedé bastante sorprendido con lo guapa que es la gente. Y no soy muy del tipo nórdico, la verdad.
Varias cosas me sorprendieron desde mi mentalidad de europeo del sur, aderezada con unos cuantos prejuicios (irracionales, como todo prejuicio) que traía de casa pensando que sería algo parecido a Estocolmo. Y no. Las calles estaban sucias, había vida, la gente hablaba alto y vi menos «civilización», que para algunos será terrible pero para mí no puede ser mejor. Me siento incómodo en ambientes extremadamente correctos, donde la ley manda sobre la improvisación, la responsabilidad sobre la libertad. Copenhague me pareció un punto perfecto entre el futuro y lo salvaje. ¡Hasta había gente borracha, un lunes, por las calles! Luego estuve leyendo un poco sobre el país y descubrí que Dinamarca está considerada «la Andalucía de Escandinavia». Creo que la descripción es perfecta. Los signos de civilización los vi en cosas tan tontas como que en muchísimos lugares los baños son unisex y que había muchos chicos de la limpieza. Sí, son bobadas, pero ahora intento pensar en lo mismo en España y no se me ocurre. Y, si se me ocurriera, sería algo excepcional y reseñable.
Además, se deja pasear muy bien, es muy plana y preciosa, de esas ciudades que tienes que andar con la vista arriba y abajo para no perderte nada. Hice algunas fotos en mi paseo, y como no sé cuándo voy a poder permitirme volver (es una ciudad carísima), pues me quedo con esta tarde (y el día de trabajo, que estuvo muy bien, pero esa es otra historia…) y con el recuerdo del verano que se acaba…
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Check out what others are saying...[…] – He viajado lo que me han dejado. Al menos he estado en una ciudad que no conocía (Copenhague). […]
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