In Edit: 3 películas
Posted by Borja DF on 14/11/2013 · 1 comentario
Mi trabajo me gusta, me da más o menos de comer y me permite seguir sobreviviendo. Suena conformista, lo sé. También me deja bastante tiempo libre y poco quebradero de cabeza, que son dos puntazos a su favor que me enrollan mucho. A veces, además, consigo cosas guays a través del trabajo que me viene de perlas para mi vida de ahorro perpetuo y de sufrimiento por no poder hacer todo lo que me gustaría. Y, como niñato del noroeste de Madrid, muchas veces desaprovecho esas cosas. Algo así me ha ocurrido con In-Edit este año: me regalaron una acreditación de invitado que me daba acceso a ver cualquier documental. Una sobredosis de documentales musicales que en mi cabeza sonaba como el cielo en la tierra, pero que al intentar poner en práctica se cruzó con la puta realidad: cansancio, acumulación de películas, compromisos, planes, una gripe, la noche… así que las 7 películas que tenía planeadas se quedaron en 3. Y encima me perdí una (que era gratis, no pude coger entrada) que me apetecía mucho, llamada Los Rockers, sobre un grupo chileno que fracasa. Grupo, Chile y Fracaso, tres cosas que me encantan.
Al final sólo vi 3 películas, que fueron de una decepción inicial a un final apoteósico, perfecto, de idolatrar. Fueron estas:
1. Cuchíbiri Cuchíbiri de Carles Prats (España, 2013): fui con pocas expectativas, porque la rumba (catalana o no) me la trae bastante al pairo y no sé mucho sobre Peret. No me gustó demasiado, porque más que contar cosas sobre la rumba, hablan del estilo que hacía Peret y ningunean el resto, me quedé con la sensación de que faltaba algo. Claro, desde mi ignorancia esperaba aprender algo que me arrebatara y no fue así. Ni siquiera se habla del Pescaílla (creo que alguno lo cita de pasada), que yo creía que era uno de los fundadores. Al parecer sí lo fue, pero no era de la pandilla de Peret y para el documental no existe. Peret me pareció un poco soberbio, pero por las cosas que contaban, puede permitirse la soberbia. Caso aparte es la realización, que en un intento de hacer alta cultura adolece un poco de querer ser súper arty y acaba mareando (cámara que no para de moverse) y recreándose en elementos totalmente ajenos a los testimonios y que hacen que estos pierdan fuerza. Desequilibrado.
2. A life in the death of Joe Meek de Howard S. Berger y Susan Stahman (Estados Unidos, 2013): sin ser un gran conocedor de Joe Meek, sí que conocía cosas sueltas y había escuchado algún recopilatorio de sus producciones, que me encantan. El documental es un repaso tanto a su vida profesional como personal, muy ligadas la una a la otra, y una disección maravillosa de su carácter, de su forma de trabajar y de relacionarse, con testimonios de miembros de grupos a los que produjo, su familia, jefes que tuvo, fans fatales, Alex Kapranos… Todo un personaje que daría para un biopic loquísimo. Aparece mucha música buena y se disfruta mucho, porque la propia historia del protagonista es apasionante. Quizá se hace un poco larga, y deja toda la basura de cotilleo y vida personal y locura para el final, pero aun así mantiene el interés.
3. The punk singer de Sini Anderson (Estados Unidos, 2013): me gustan Bikini Kill y Le Tigre, pero nunca he sido un fanático loco de ellas. De hecho, ni siquiera había caído en que Kathleen Hanna lleva desde 2005 sin hacer giras. The punk singer toma la historia de la activista como excusa para hablar precisamente de su retirada, comenzando el viaje en un lugar que huele a reivindicación general y violenta y acaba en una historia individual y (spoiler) bastante dramática. Si alguien quiere verla, lo mejor es no leer nada, porque sorprende bastante todo el documental. Además de las imágenes de archivo de los comienzos fanzineros y de happenings de Kathleen Hanna (y, por extensión, de las riot grrrls), nos adentramos en el mundo personal de ella, que es una persona muy muy peculiar. Recorre las protestas de los 90, su relación con Nirvana, los festivales itinerantes, las peleas con los medios que trataban de atarlas mediante la manipulación, su liberación a través de la electrónica, la imposibilidad de escapar del cliché en muchas ocasiones y, sobre todo, la necesidad de mantenerse fiel a uno mismo. A una misma. Además, aparecen un montón de personas interesantes hablando sobre ella: Joan Jett, Kim Gordon, Adam Hororwitz (que no tenía ni idea de que era su marido), Tavi Gevinson, las componentes de Bikini Kill y Le Tigre, profesoras de universidad expertas en estudios de género. Un documental completísimo, con una historia contada de manera magistral, y, sobre todo, con un único punto de vista, el de Kathleen Hanna. Impactante y muy muy recomendable.
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