Recopilación publicitaria: los horrores de los dos últimos meses

Sin darme cuenta, las recopilaciones de anuncios catastróficos van camino de convertirse en una sección fija de este espacio. Y no es porque yo quiera, es porque la puta realidad se suele imponer y los departamentos de marketing, los medios, los creativos y el mainstream en general parece no aprender la lección. Subrayo lo de mainstream, porque las atrocidades más dolorosas las protagonizan megamultinacionales estratosféricas y otras gentes famosillas que se empeñan en ser lo peor, digan lo que digan los demás (y más si los demás son, yo qué sé, feministas, maricones, queers o asociaciones de consumidores). Se me ha acumulado la plancha y hay alguna cosa ya vieja, pero no me quiero quedar sin dejar constancia del horror. Empecemos:

FACUA puso en marcha una campaña magnífica en la que los consumidores podían votar el peor anuncio del año. Los nominados fueron el Mercado Lonja del Barranco de Sevilla, el CC Plaza Mar 2 de Alicante, el Metro de Madrid y Cillit Bang.

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El ganador por votación popular fue el mercado sevillano, entre cuyos accionistas se encuentran Fran Rivera y Carlos Herrera, casos ambos de ranciedad, mal gusto y odio al progreso. En su anuncio contaban que el mejor plan posible era emborrachar a chatis. El plan perfecto. Un asco. Mención aparte me merece el del Metro de Madrid, empresa pública, que considera que los señores se informan y las señoras se maquillan. Así, fomentando la igualdad de buena gana, sin estereotipar ni caer en ficciones.

Bankia, por su parte, ha creado una campaña con la que ha forrado sus sucursales rescatadas con dinero público que jamás se recuperará con escenas que para los creativos deben hablar directamente a la gente de sus problemas y sus cosas, muy cotidianas con un toque de humor. Pero resulta, otra vez, que el tratamiento de hombres y mujeres está completamente diferenciado: en una de las creatividades vemos como un machito se ha ido de juerga con sus amigotes y su novia le «castiga» obligándole a ir de compras con ella. Porque eso es lo que es: ellos de marcha, ellas fundiendo tarjetas de crédito. En otra escena, se culpabiliza a una mujer por ser madre y trabajar y no dedicar el 100% de su tiempo a sus hijos. Por la foto, no sabemos si esa madre es soltera o si tiene una pareja a la que también se puede culpabilizar. Quizá esté de juerga con los amigos y ella lo castigará al día siguiente con un paseo por la milla de oro.

Mujeres cobrando comisiones

Tus hijos te cobran comisiones por trabajar y no ser una mujer como dios manda

 

Otro de los esteretipos que más asco me dan, por sutil y con apariencia de divertido y tierno, es el del padre/marido/señor heterosexual inútil. Ya puse por aquí algo de eso, con lo último de Sanytol. Kinder Bueno ha tirado de lo mismo. En apariencia, es un padre que se ocupa de su familia, pero sus hijos nos lo desmienten: él es un torpe con buena intención. Se puede ver en su página de Facebook. Entiendo que puede que se acerque a la realidad, pero tampoco hay que convertirlo en algo para sacar sonrisas.

En el siguiente caso no vamos a hablar de mujeres, maricones ni estereotipos, sino de derechos. El nuevo gobierno valenciano a tocado un poco la ley de horarios y parece que ya no será posible comprarte esas bragas tan urgentes que necesitas un domingo a las 10 de la noche. Ahora se les dará un poco de descanso a los trabajadores, que son eso, trabajadores, aunque algunos crean que son sus sirvientes. El CC Arena Multiespacio considera que no es una medida justa esta ley, así que ha lanzado una campaña en la que Mónica Oltra y El Comunismo hacen llorar al niño Jesús. El jaleo se puede leer en esta entrada de Buzzfeed.

También podemos observar los pasos para atrás que se están dando en algunos sectores, sin apenas darnos cuenta. Creemos que las cosas van para alante por inercia, pero no. Hay que creer en las ideas, trabajar por su evolución y no dar nada por sentado. En The Achilles Effect encuentro este interesantísimo artículo sobre Fisher Price y la evolución de sus juguetes y sus anuncios. En los 70, la empresa fabricaba juguetes sin género establecido, en los que era posible encontrar a mujeres astronautas o familias yendo de safari en igualdad, mientras que hoy, en 2016, la web de la empresa diferencia claramente los juguetes para niñas y niños por colores, por supuesto rosas y morados para ellas, negros y azules para ellos. Es una lucha de cada navidad: que los folletos no marquen los roles. Fisher Price lo hizo en los 70 y lo ha ido deshaciendo.

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Me recuerda a estos anuncios de Lego tan bonitos, con una diferencia: la empresa danesa recuperó esta campaña en 2014 con sus protagonistas originales.

Una de las grandes mentiras (pero mejor contadas) del mundo actual es que Inditex no hace publicidad. Claro, no sale en TV, no hace anuncios. Pero sí que hace publicidad: sus propias tiendas son un soporte publicitario, su maquinaria de relaciones públicas es potentísima y la cantidad de espacio en prensa que ocupa puede considerarse publicidad. Otra cosa es que no contrate campañas convencionales, clásicas. Además, sus lookbooks y sus posts en redes sociales son suficientes para ver la onda que lleva. La activista Yolanda Domínguez ha metido el dedo en el ojo de la multinacional gallega, que afirma hacer lanzado una campaña hecha con gente real para gente real. Y la gente real para Zara es algo así como un adolescente superviviente del holocausto. El texto de Yolanda Domínguez no tiene desperdicio.

La gente real de Zara

El Corte Inglés de Avilés, directamente, compara a una mujer con una aspiradora 😦

Menos mal que Lidl contrarresta con su semana del bricolaje en su catálogo 🙂

Hay veces que ves un anuncio y sabes que algo está mal pero no sabes identificarlo bien. Me pasa con los anuncios de Durex en los que tímidas parejas heterosexuales cuentan sus misioneros y se escandalizan con los geles de frío y calor y una psicóloga les dice que tienen que follar con productos Durex. No encontraba el qué estaba mal exactamente (si era mostrar a todos los heteros como pacatos, si realmente sirve de algo usar esos productos, no sé), pero la siempre perspicaz Diana Aller me sacó de dudas. Ella lo cuenta en su blog:

Los anuncios de geles Durex dan demasiada cosa. La única vez que usé algo así lo pasé fatal. En lugar de un coito, parecía que tenía acatarrado el coño y lo notaba como lleno de Vicks Vapor Up. Al ver estos anuncios, con parejas feas y sosas, con aspecto de circunscribir su vida sexual al tándem vagina-pene, percibo tristeza y soledad. Percibo un mundo en el que queremos encajar a toda costa, aunque sea a fuerza de gastar dineros en cosas que no necesitamos. Percibo casas mal decoradas, tazas de Mr. Wonderful, parejas que hace años que ya no se miran con deseo, vidas de servidumbre y nubarrones, deseos de ser estrellas, de follar como actores porno, de otra vida muy diferente a la que les ha sido dada, o a la que han elegido sin querer. Veo una relación conflictiva con el propio cuerpo, al que no se termina de aceptar por creerlo defectuoso. Veo, en fin, terrorismo capitalista en el último bastión de libertad: nuestra intimidad.

Por favor, no acepten que les digan cómo follar o qué hacer. Háganlo, o incluso no lo hagan. Declararse asexual si en efecto se es, es todo un desafío normativo. Si le gusta ayuntar con un tubérculo, fóllese una patata. Sean creativos, disfruten, hagan lo que les dé la real gana sin dañar a nadie… Pero no permitan que les vendan una solución «frío/calor» para paliar la autoestima que les está menoscabando esta sociedad de consumo. Hagan el favor.

 

 

 

Y con esto termino, que vaya sobredosis. Iba a contar un par de cositas de fat-shaming, pero quizá lo dejo para otro momento. Mientras, para los que como yo a veces nos angustiamos por participar (y comer) del circo de la publicidad, podemos echar un vistazo a colectivos como Brandalism, que se dedican a apuntar con el dedo las prácticas terribles del sector con mucha gracia, creatividad y buena onda. Esta última que han hecho, dirigida a las agencias de publicidad, es muy chula, y sigue a las cuarenta que les cantaron a los líderes mundiales durante la pantomima contra el cambio climático de París.

 

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