Nombre de mujer

Estamos, otra vez, en precampaña electoral, el modo del país que más pereza da y que más perlas entrega de toda índole. Ahora es cuando los partidos van lanzando galletitas a todos los colectivos y actores que les pueden dar votos o amplificar sus mentiras promesas en los medios. PDRSNCHZ, que va como vaca sin cencerro, está especialmente activo y multipolar: defiende TODO lo que le pidan que defienda, creyendo que todo es compatible. No habla con medios directamente, pero hace cosas y da discursos y se reúne y rechaza propuestas y luego acepta otras. Me llamó la atención a principios de semana esto que dijo en Aragón: «El cambio tiene nombre de mujer». Lo dijo para apelar al voto femenino, en otro episodio del PSOE de su serie ESAS LEYES LAS APROBAMOS NOSOTROS Y SON NUESTRAS, NO DE TODOS. Esa emoción que les da autoproclamarse el partido que ha avanzado el país, sin tener en cuenta que ninguna de esas leyes (matrimonio igualitario, violencia de género, igualdad, dependencia, aborto) fueron posibles gracias al apoyo de la gran mayoría de grupos parlamentarios y que muchos otros partidos llevaban ese tipo de propuestas en sus programas desde los años 90. Aun así, en vez de hablar de esas leyes como logros colectivos y para todos, hablan de ellas como logros de partido.

A lo que voy: la frase de PDRSNCHZ encierra una paradoja terrible. Resulta que el cambio, según él, depende del voto femenino, pero decide verbalizarlo con «tiene nombre de mujer». Pero echando un vistazo rápido a las primeras posiciones de las papeletas del 26J, parece que el cambio, el continuismo o el caso tendrá, con un 100% de probabilidades, nombre de VARÓN. Será Pablo, Pedro, Mariano o Albert. A no ser que, en un gesto para intentar agradar, decida que podemos hablar de él en femenino (seguro que no, tiene pinta de ver ataca su virilidad a la mínima, como buen chico popular del insti). Pedra, con todo su coño, dice que el cambio tendrá nombre de mujer, pero en realidad lo que quiere decir es que hay que convencer a las mujeres para que voten por su varón preferido (que en su cabecita de chico popular probablemente sea él, que es el más guapo).

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No es algo de 2016: nadie recuerda a una mujer en España con una posibilidad real de acceder a la presidencia del gobierno. Rosa Díez en su etapa PSOE estuvo algo cerca, y con UPyD se convirtió en la única líder de un partido nacional durante dos legislaturas. El PSOE, además, es de los pocos partidos que en sus primarias suele contar con candidatas, pero se quedan siempre en su papel de perdedoras. Cuando Carme Chacón se presentó contra Rubalcaba, se subrayaba que era ¡mujer y catalana! Doble demonia. Así que puede que el cambio tenga nombre femenino, que lo dudo, pero es más posible que, si lo tiene, no sería una mujer del PSOE.

¡Pero están Susana Díaz, Esperanza Aguirre, Uxue Barcos! Claro que sí. Si te quedas en el ámbito regional, encontrarás muchos ejemplos. Porque para las cosas serias (España), necesitamos hombres preparados, pero ya si bajas a autonomías y ayuntamientos, que lo único que tienen que hacer es gestionar las migas que les lanzan desde el Estado central, pues ahí tienes a tus mujeres. No olvidamos la reacción contra Mònica Oltra cuando sugirió que la presidencia de la Generalitat Valenciana podía quedársela ella (Compromís y Podemos, socios, tenían más representación que el PSPV). La cosa es que Oltra supo hacer oídos sordos a las críticas y tomar una decisión por el bien común y el entendimiento.

El nombre de mujer en política, hasta hace bien poco, no tenía además demasiados aspectos positivos: eran las jefas, las mandonas, mujeres que han tenido que repetir los modelos masculinos de poder para poder acceder a su cuota, que finalmente no ha hecho nada por cambiar el acceso de otras mujeres. Hablo de Angela Merkel, de Margaret Thatcher, de Esperanza Aguirre, de Rita Barberá, de Susana Díaz. Todas se definen por tener mano dura, por ser de hierro, por mandar bien. Un tipo, casi ya un cliché, generado desde la derecha para engañar con la paridad natural de la sociedad.  No se valora otro tipo de liderazgo como los de Ada Colau, Uxue Barcos, Mònica Oltra, Alexandra Fernández, que apuestan por modelos más colaborativos, de diálogo y búsqueda del bien común, con menos intención de mandar y ordenar y hacer y deshacer y más intención de crear, trabajar, elaborar y mejorar. En cualquier caso, estos 3 años que nos quedan hasta las próximas elecciones municipales creo que pueden allanar el camino y ayudar a mejorar la percepción, o al menos establecer como posibles otras formas de hacer política y de utilizar el poder.

Cuando las cosas tienen nombre de mujer, a veces hay periodistas que prefieren no dar ese nombre y quedarse con la superficie. Por ejemplo, sobre la imagen del presidente de Castilla-La Mancha junto a una mujer con niqa recogiendo un premio, sabemos muchas cosas: lo que opinan en Podemos, lo que opinan en el PP, el revuelo causado en redes, que el gobierno no participó en el evento, que el evento tenía algo que ver con Arabia Saudi, que se va a usar como arma arrodajiza (e islamófoba y machista)… muchas cosas sabemos de esa foto leyendo lo que se ha escrito sobre ella. Pero hay un par de detalles que no conocemos: ¿cómo se llama la mujer con niqab? ¿qué premio recibía? Ni idea, eso parece no importar. Como bien apuntaba Brigitte Vasallo, el atuendo no hace que alguien pierda su nombre. Se le han echado encima algunas, pero leyendo con atención sus argumentos, me da que es Vasallo quien lleva la razón (y quien sabe más del tema). Quizá el nombre de la mujer con niqab es Mujer con Niqab, vaya usted a saber.

Otro nombre de mujer que está rellenando horas de tele, radio y espacio en internet y en prensa es Anna. Concretamente Anna Gabriel. Cada cierto tiempo se reactiva una especie de campaña latente anti-CUP que parece no tener claro quiénes son las CUP. Y los ataques más virulentos vienen cuando desde las CUP se habla de sexualidad, reproducción, modelos sociales… Uno de los elementos comunes que presentan estos ataques en la confusión entre OPCIÓN e IMPOSICIÓN. Cuando las CUP proponen o hablan de modelos alternativos o intentan explicar formas diferentes de hacer, la prensa recoge como información que las CUP IMPONEN modelos alternativos. Pasó en Manresa, donde el grupo municipal propuso que, a la hora de dar información a las jóvenes sobre menstruación, se incluyeran métodos alternativos a los tampones y a las compresas, con el fin de entregar TODAS las posibilidades y la realidad detrás de cada una. El mainstream se llevó las manos a la cabeza gritando que las CUP (en general, no el grupo de Manresa) querían OBLIGAR a las jóvenes a optar por el sangrado libre. No puedo opinar del asunto (no menstruo), pero sí de la manera de informar sobre el asunto. Y fue vergonzoso. Lo mismo ha ocurrido esta semana con Anna Gabriel: en una entrevista (que ni siquiera conocemos entera, es un avance), da su opinión sobre los modelos de familia. Ella cuenta que estaría cómoda en una organización comunal, donde los hijos no sean una pertenencia individual sino una responsabilidad colectiva, que no le gusta la constricción de la familia burguesa tal y como la conocemos (que parece que se estableció hace milenios y NADA QUE VER) porque le parece que nos hace más conservadores e individualistas. Lo explica, ni siquiera sugiere nada en términos políticos o legales, y lo defiende como su opción ideal. Pues otra vez: manos a la cabeza, grito en el cielo, niños desnutridos, horror en las CUP y madres comiendo bebés.

Esta mañana Twitter ardía por el tratamiento que desde el Programa de Ana Rosa (a.k.a. ARgh), donde al parecer no han dado pie con bola y se han puesto a juzgar lo que no conocen, confundiéndolo con otras cosas. Diana Aller lo explica perfectamente en su entrada de El Mundo y, como extra, recoge testimonios de mujeres que crían (de diversas maneras) sobre este tratamiento. A pesar de que el ejemplo de Periodista Digital es extremo, así están las cosas con Anna Gabriel. Una vez más, se juzga y condena a la diferente, a la mujer que se atreve a decir las cosas sin pensar en lo que van a opinar los demás.

Algo así le ha pasado a Azealia Banks. Soy muy fan de su música, me parece lo más, y su cuenta de Twitter es un pasatiempo loco, caótico y lleno de genio, como ella. También es donde se focaliza la polémica de la rapera americana. No solía posicionarme a favor o en contra de lo que suelta porque, sinceramente, en muchas ocasiones ni entendía su postura, pero siempre, siempre, siempre me ha parecido que hablaba desde una verdad profunda, muchas veces sin ánimo de polemizar, desde unas convicciones que apuntan a temas que duelen: el racismo, el machismo, la religión, la brujería, la industria musical. Ella tiene balas para todos, y no se lo perdonan. Por eso, tras su arrebato contra Zayn (que en realidad era un arrebato contra la islamofobia, pero bueno), me ha gustado mucho que Jenesaispop publicara este texto tan claro sobre ella. Es otro nombre de mujer que se presenta, siempre, en negativo, con el que somos incapaces de ponernos en su lugar.

 

 

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