Donde no me llaman: Los (dramáticos) vaivenes de una televisión pública
Desde hace más de tres años, no hay semana en la que no nos levantemos sin una noticia sobre la televisión pública. Y, mal que nos pese, casi siempre con un tono negativo. Lo que pasó hace más de tres años ya lo sabemos: un país dormido decidió votar en masa al Partido Popular y regalarle una inmerecida mayoría absoluta para que hiciera y deshiciera a su gusto, para arramplar con todo y dejarnos en la cuneta. Y nadie se salva: las principales víctimas han sido los pobres, las mujeres, los grupos más desfavorecidos. La televisión pública no iba a ser menos, y tras unos años de paz, independencia y ejemplo de muchas cosas, sus trabajadores se echaron a temblar ante el terremoto que se avecinaba. Si Zapatero intentó acabar con la politización de la tele pública, el PP tardó dos votaciones del Congreso en cargársela para imponer a sus candidatos. Hoy mismo el crítico Borja Terán recordaba esto, como ejemplo (¿alguien se imagina un programa así ahora? ¿por qué no podemos imaginárnoslo?)
Tan triste es todo, que la idea de este post nació por una noticia del domingo pasado y desde entonces ha habido otra actuación vergonzosa, acumulando más mierda: a lo que ocurrió el sábado en prime time y sus consecuencias posteriores, se le unió ayer la destitución de una periodista, al parecer, incómoda. Pero vayamos por partes, con algunas de las cosas que han pasado en la televisión últimamente.
– La televisión pública ha sido tradicionalmente líder de audiencia. Gracias a sus informativos, a la apuesta por la ficción nacional más o menos bien hecha, a la discutible emisión de la UEFA Champions League (que fue posible gracias a que en los 90 el PP consideró oficialmente el fútbol como tema de interés general) y, a qué negarlo, a una audiencia mayor en consonancia con el propio envejecimiento del país. Está claro, vaya por delante, que un servicio público no se debe medir por su audiencia, y desde que se eliminó la publicidad todavía tiene menos sentido, porque ya no hay motivos económicos. Pero sí que una audiencia grande puede contarnos algo del sentir general, de los gustos masivos y de qué se está haciendo bien y qué mal. Resulta que, desde que el PP gobierna España, La 1 ya no es la cadena más vista. Ni siquiera la segunda más vista.
– Sus informativos han perdido el liderazgo, defraudando a muchos que, para ver medias verdades, prefieren irse con otros que tampoco cuentan todo, pero que lo cuentan con gracia y espectáculo y gente guapa. Ni siquiera para momentos clave o grandes citas el espectador elige la televisión pública. El domingo pasado fueron las elecciones andaluzas, que al ser las primeras del año con más elecciones de la historia y las primeras en las que Podemos se presentan dentro del territorio nacional tenían un interés especial. Solo dos cadenas nacionales dedicaron su noche, siendo la del domingo una de las luchas más encarnizadas por la audiencia de toda la semana: La 1 y La Sexta. Viendo los resultados, se confirma que el interés en todo el país por estas elecciones era real. Y también quedó claro donde NO quieren informarse los españoles: La 1, que cada día ronda el 10% de audiencia, reunió en su Especial Informativo al 4,9% de la audiencia, no llegando al millón de espectadores de media; La Sexta, por su parte, suele estar diariamente entre el 7% y 8%, siendo el domingo uno de sus días fuertes. El Objetivo Andalucía hizo un 12,1% y superó holgadamente los 2 millones de espectadores de media. No es una valoración, son datos de Kantar Media. Esto ha producido un efecto arrastre, y los programas que continúan impasibles, con Cuéntame como gran ejemplo, han perdido muchísimos espectadores y la cuota de pantalla ha caído unos 10 puntos en 5 años.
– El sábado es un día complicado para poner cosas en prime time: está establecida como una noche de cine y tertulias de política-espectáculo. Ya están muy establecidos formatos como La Sexta Noche o El Peliculón de Antena 3, y es difícil remontar. La 1 lo intentó con el remedo de Informe Semanal (clásico de nuestra televisión que también se han cargado en un plis plas), con Versión Española (el cine español en televisión interesa solo a veces)… pero no acababa de cuajar. Imagino que algún iluminado que trabaja ahora en el Ente (y que, probablemente, trabajo antes de 2004 allí también) pensó que lo que funcionaba hace 20 años seguiría intacto, congelado en el tiempo, como Walt Disney. O quizá pensó que había dinerito fresco y eligió a algún amiguito para regalárselo, quien sabe. La cosa es que la decisión fue resucitar Noche de Fiesta. Fue la guasa de la noche en Twitter, demostrando que lo más comentado en la red social no es siempre lo más visto (aunque, según José Luis Moreno, los datos en redes se corresponden con los datos de visionado, pues ha asegurado que lo vio «todo el mundo»). Los resultados por cadenas del prime time del sábado fueron estos:
Telecinco: ‘Un tiempo nuevo’: 1.256.000 y 9,9%
Antena 3: ‘El peliculón’ «Contrarreloj»: 2.954.000 y 16,9%
La 1: ‘La alfombra roja palace’ (estreno): 843.000 y 5,8%
laSexta: ‘laSexta noche’: 1.381.000 y 10,7%
Cuatro; ‘Futbol:liga española’ «Ath.Bilbao-Almeria»: 1.107.000 y 6,3%
La 2; ‘La noche temática’ «Los ritmos del sueño»: 371.000 y 2,7%
Otro programa más que no llega al millón de espectadores y que hicieron de La 1 ¡la quinta! opción de la noche. Mucha guasa, mucha risa, qué mal está todo, vuelta al pasado, jijí jajá, cómo mola Twitter. Pero cada programa cuesta 220.000 euros. 220.000 euros gastados en entretener a una audiencia ínfima y que pone La 1 por incercia o para chotearse del sinsentido que es un programa de varietés en 2015. Y más: se han firmado 13 programas, con una cláusula que permite cancelar la emisión sin coste tras el cuarto programa. Así que quedan 3 semanas más de basurilla, lo que hacen un total de 880.000 euritos nada más.

Azafatas calculando costes de RTVE.
– La emisión del programa fue criticadísima, y ha llegado hasta el Senado, donde tuvo que comparecer el presidente de RTVE. Además, todo este jaleo se ha saldado con otro asunto del que RTVE se desentiende, aunque no debería: José Luis Moreno ha denunciado a Bluper, una web de información televisiva asociada a El Huffington Post, por un artículo de opinión. Les pide más de 300.000 euros. A pesar de que Joan Baldoví de Compromís preguntó sobre el asunto, RTVE no ofrece ninguna solución, ni va a mediar ni nada. La denuncia no es sobre lo del sábado pasado, sino sobre la Gala de Reyes, también en La 1. Pero ha salido esta semana.
– Hace unos meses, cuando la guerra entre Israel y Palestina estaba al pil pil, el Gobierno de Israel le dio un toque a TVE porque su corresponsal allí estaba contando más de la cuenta y que era, literalmente, «correa de transmisión de Hamás». Como el perro con su amo, Somoano (director de informativos) decidió de manera fulminante sacar a la corresponsal, Yolanda Álvarez, de allí. Quitarle la corresponsalía. Rectificó rápido y Álvarez volvió a su puesto, tras otra comparecencia del entonces presidente del Ente en el Congreso. Sin embargo, ayer la periodista anunciaba que le rescindían el contrato (de corresponsalía, no en RTVE: es funcionaria y tiene plaza en Madrid).
– Una de las pistas que uno puede tener para saber si RTVE le va a despedir o a relegar o a liarle la cabeza es recibir un premio. En la Nueva RTVE, recibir premios está mal visto. Si los informativos de Fran Llorente fueron reconocidos internacionalmente y fulminados con la victoria del PP, la propia Yolanda Álvarez se ha convertido en el último ejemplo: en febrero recibió el Premio Libertad de Expresión 2015. El premio siempre viene envenenado: te premian por tu labor, te destituyen de esa labor. Algo parecido ocurrió con el despido de Ricardo Villa en noviembre, uno de los pocos supervivientes de la época Llorente, y responsable de la fantástica web de RTVE. Él puso en marcha la sección de A la carta, la digitalización del archivo e inventó conceptos como el botón rojo y convirtió a la página en referente del audiovisual en español. La web fue muy premiada y reconocida. Qué hizo mal Villa, no lo sabemos.
– Tal es la situación en la redacción, que las huelgas y las protestas son casi continuas, llegando a ser noticia en informativos de otras cadenas. La contratación de periodistas afines al régimen, muchos procedentes de Intereconomía, y la marginación de los funcionarios y periodistas de la casa es la nueva estrategia. Y, casualidades, coincide en año electoral. La dirección está montando las llamadas «redacciones paralelas» para ciertos contenidos, no vaya a ser que a algún periodista le entren las ganas de informar libremente. En este artículo de El Huffington Post reúnen tuits y explican bien las quejas.
– El PP ha tenido mucho tiempo para preparar este asalto: su experiencia destruyendo, desmantelando y manipulando televisiones públicas se ha fraguado de manera muy grotesca y obvia en las televisiones públicas autonómicas, con dos grandes ejemplos (de todo lo malo del PP): Madrid y Valencia. TeleMadrid tuvo un momento de molar, su segundo canal era cultural y se mantenía como una televisión más o menos digna hasta la llegada de Miss Aguirre a la Presidencia. Ahí todo empezó a cambiar, la audiencia bajó hasta mínimos nunca vistos antes e incluso periodistas afines como Germán Yanke fueron fulminados por levantar la mano para preguntar (esto sucedió: en una entrevista con Aguirre, tras una pregunta medio incómoda, la entonces Presidenta le espetó al periodista que estaba «comprando el discurso de nuestros adversarios»). La de Canal 9 también lo conocemos todos: tras muchos años de manipulación y ocultación de datos que perjudicaban a los diferentes gobiernos, acabó por desaparecer como víctima de la ruina de la comunidad.
– A pesar de toda esta mierda, dejo el final para algo positivo: todavía queda algún resquicio de calidad y cosas guays en la televisión pública. Personalmente, me gustan mucho Masterchef, Cachitos de Hierro y Cromo y Versión Española, además de que La 2 mantiene una programación cinematográfica a años luz del resto de cadenas. Alaska y Segura (y sus predecesores) también me parece un oasis no sólo en La 1, sino en todo el espectro televisivo. Paz, tiempo para entrevistar… ya hablé de ello en su estreno. También quiero reconocer que a veces escuchan a sus espectadores (aunque preferiría que escucharan cuando se refiere a los programas informativos y al gasto en naderías como lo del sábado). No he visto El Ministerio del Tiempo, pero hacía tiempo que la crítica no estaba tan de acuerdo en algo español, y las audiencias, sin ser espectaculares, superan la media de la cadena. Parece que además es un producto que se podría vender bien al extranjero (poco se habla de las ventas internacionales de las series españolas, que lo petan en mercados que nunca nos imaginaríamos. Los Serrano fueron un fenómeno en Finlandia). El futuro de la serie estaba un poco en el aire, y tras la típica campaña en Twitter que consigue hacer ruido con poca gente, TVE ha confirmado que habrá una segunda temporada. Otro de los ejemplos de escucha es la intención de programar a horarios normales: ya se puede ver el aviso en pantalla si un programa acaba antes de medianoche, y han adelantado el prime time recortando tiempo del eterno Telediario de la noche. Ahora empieza todo a las 22:00. Eso sí, a veces hacen trampas: alargan el prime time y dejan el late night más o menos a la misma hora. Pero en otras ocasiones, supone un adelanto de media hora para programas como Alaska y Segura. Bien por ellos.
Esperemos que, la próxima vez que algún gobierno quiera meter mano en la televisión pública sea para devolverle la dignidad, para independizarla y ponerla en manos de profesionales que puedan convertirla de nuevo en un referente para el público. Una televisión pública de calidad hace mucho, muchísimo, para conseguir una sociedad mejor.