Impresiones sobre el Primavera Sound 2015

– Comienzo con lo que todo el mundo sabe: ha sido el peor Primavera Sound que recuerdo. Pocas cosas que ver, pocos cabezas de cartel realmente atractivos, una clase media copándolo todo, un exceso de grupos viejos que nadie quería… Si he visto más de 5 conciertos algún día fue de casualidad. Tampoco he tenido grandes revelaciones, ni grupos de los que me haré fanísimo tras el finde en el Fórum. Ni al menos dos personas me han dicho que alguno de los conciertos que han visto ha sido lifechanging, o que les haya impresionado más allá de lo lógico.

– Una vez terminado el festival y la resaca, certifico esto de que no ha sido gran cosa al pensar que mi concierto preferido no tuvo lugar en el Fórum. Fue el concierto de Ibeyi en el Apolo el martes anterior. Naomi y Lisa hicieron magia en una sala abarrotada. Solo se necesitan a sí mismas, sus voces, un par de teclados, un cajón y sus propios cuerpos (que utilizan como instrumento de percusión) para crear un espectáculo que dejó al público obnubilado. Además de ser simpáticas y hacerlo todo bien, conformaron un show participativo (pidiendo que la gente siguiera un ritmo, o cantara en los estribillos) que la gente aceptó sin cuestionarse. Y ese acento cubano al hablar. Y esas canciones. El futuro es de ellas.

– Nada curioso, pues ya se venía venir, fue que las grandes salvadoras del festival fueron las mujeres. Concretamente, las mujeres de los 90 (pero no solo de ellas), tanto las que empezaron sus carreras entonces como las que nacieron en esa década (ie, las Ibeyi, pero también otras a las que no vi y de las que me hablaron bien como Mourn o Kelela). Sleater-Kinney dieron una lección de potencia y virtuosismo (¿es Carrie Bronwstein la mejor guitarrista viva? ¿es Corin Tucker la voz más prodigiosa y afinada del rock?) que elevó el nivel del festival. Tori Amos resplandeció, recordó ella sola por qué es grande usando un piano de cola, un teclado, una elegancia extraña y unos beats primitivos que hicieron llorar (de verdad, de emoción) a varios asistentes. Babes in Toyland son un caso aparte: una de esas reuniones que nadie pide ni espera, y que sin embargo te deja con el pelo para atrás. Como si el tiempo no hubiera pasado por ellas, hicieron un ¿concierto? muy punk, con cuerdas rotas, parones de 10 minutos, shows cómicos (la batería es una mujer tremendamente graciosa) y pasándose por el mismo coño cualquier convención. Tan punks, tan de principiantes (su primer disco es de 1990), que ni siquiera llevaban una guitarra de repuesto. Kat Bjelland asombró con su registro vocal: hablando soltaba un hilillo fino y agudo, cantando lanzaba bombas graves y gritos descontrolados que asustaban. Algo indescriptible, que no se puede encajar dentro de un baremo normal de bueno/malo.

– Párrafo aparte para Kathleen Hanna / The Julie Ruin. El año pasado quise morir cuando canceló, pero en 2015 ha venido a resolver su deuda y fue tan maravilloso y emocionante como cabía esperar. Con su acento de pija, sus pelos en los sobacos, su moño, su look girlie y su voz reivindicativa, no desaprovechó el momento para soltar proclamas feministas híper lúcidas y pocas veces vistas en esos escenarios. Además, hizo una publicidad valiosísima al Barcelona Ladyfest 2016, soltando de su parte, en castellano, «la revolución será feminsita o no será». También habló de que a ella sí que le gusta el arte que hacen los jóvenes en NYC, a pesar de lo que digan los entendidos de que todo está vendido, que las chicas deberían haber llegado a ese punto en el que si una te cae mal lo puedas decir tranquilamente, que hay amistades que van y vienen pero molan mucho… Un show de mujer, un show súper necesario.

– Más mujeres: Christina Rosenvinge, a pesar de haber empezado ya la gira de Lo Nuestro, sonó a falta de ensayo. Aparte de un sonido deficiente, se fue el ritmo en algunos temas y solo su carisma, sus bailes y sus ganas salvaron un concierto que caminó todo el tiempo en la línea del desastre. Antony Hegarty, por su lado, fue todo lo contrario: con una orquesta completísima, la Nacional de Catalunya, en un escenario poco probable (al aire libre, en un descampado), brilló como la estrella que es. Antony desafía el género, los géneros, el arte, el contexto… Y lo hace desde la bondad y, desde hace un tiempo, desde la seguridad (vi un concierto suyo hace muchos años y la inseguridad era patente en sus movimientos, sobre todo en sus manos). Comenzó con una versión cortísima de Thank you, sola al piano, con su voz callando a miles de personas que hasta el momento estaban charlando, fumando, bebiendo. Y los astros se alinearon (literalmente: se veían Marte, Júpiter y Venus con mucha claridad, y la Luna estaba muy bella esa noche). Tanto se alinearon que hasta consiguió hacernos bailar con una versión orquestada y elegantísima de Blind, su hit con Hercules & Love Affair. Cabe destacar, en el plano más frívolo, que en su vestido se proyectaban cosas chulísimas, confirmando una auténtica TREND ALERT tras la actuación de J Lo y algún representante eurovisivo haciendo lo mismo en 2015. Es el año de los vestidos blancos que van cambiando a gusto de un proyector.

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Last night Antony and the Johnsons were everything!

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– Cada vez me veo más mayor y con menos paciencia para lo que supone este evento. El Fórum está lejísimos y, lo que es peor, fatal comunicado. Las distancias entre escenarios se hacen muy cuesta arriba, se te cae el mundo encima cuando ves que, según acaba un concierto, tienes que ir a la frontera sur de Mordor para ver a los siguientes. Ya no soy joven, y lo noto en la falta de educación del público: que hablen me da igual, pero no que empujen, que te chillen al oído… especialmente desagradables fueron los ingleses y su frase «it’s a festival» para excusar todo y unos bobitos de 25 años que estaban detrás de nosotros en Interpol y que no pararon de empujar, hacerse fotos, gritar y molestar durante todo el concierto, y cuando les llamamos la atención nos miraron como si no hubieran hecho nada. No sé si es que el público se está polarizando (siempre se ha dicho que es el festival con la media de edad más alta) o es que yo antes era joven y no me daba cuenta de la existencia de gente mayor. Creo que es más lo primero: igual el cartel no ha gustado a los mayores de 30 porque está hecho para menores de 25. Vete tú a saber.

– Este año decidí que vería los conciertos enteros: nada de medio de este y medio de aquel. Así que los que quería ver sí o sí los vi de pe a pa. Los que vi a medias sirvieron para hacer tiempo. Fue el caso de Perfume Genius, que me pareció un aburrimiento, una especie de metáfora del festival, con todo muy bien tocado y muy bonito, pero en donde solo parece pasarlo bien quien lo hace, no su público. También vi un trocito de Death From Above 1979, de los que solo diré que el cantante/batería está muy bueno. Mucho. Bigote, peto vaquero, nada debajo. That’s right.

– Novedad: este año no vendían tabaco en el recinto. Una apuesta arriesgada, pero parece que funcionó porque la gente no pedía casi tabaco. Se echó de menos, de todas formas, el espacio donde se compraba el tabaco. Sé de buena tinta que, por las limitaciones legales que tienen las tabacaleras para hacer publicidad, este tipo de eventos es una oportunidad gorda de estar y dedican cantidades ingentes de sus presupuestos de marketing a acondicionarlo todo con el mejor césped artificial, los mejores sillones, las mejores sombrillas, los mejores cojines… Era el típico oasis al que ibas cuando estabas derrotado. Eso sí, había cigarros electrónicos promocionales.

– En el apartado nacional, aparte de Rosenvinge, solo vi a Los Punsetes. Estuvieron magníficos, como siempre. Ese escenario, el que está al final de las escaleras, debajo del puente, es magia para los grupos de aquí. Allí fue donde Hidrogenesse hicieron aquello que hicieron. Se ha notado mucho la ausencia de miniescenario patrocinado con grupos de aquí que siempre ha habido en la entrada y que servía para rellenar tiempo, para quedar con gente y para descubrir alguna cosilla. El año pasado pasaron por allí Los Planetas en plan sorpresa, pero también Aries, Juventud Juché o Sangre. Este año, sequía total.

– Me gustaron James Blake e Interpol. Pero nada nuevo, ya los había visto hacer lo que hicieron, más o menos. Más penica por Interpol, que tiraron directamente de sus dos primeros discos para gustar. James Blake es un genio y tiene una voz imposible de odiar, así que ya sabíamos que él solo podía subir el listón del festival. Bailé bastante con John Talabot, no tanto con Marc Piñol. La traca final con DJ Coco, por primera vez, se me hizo algo larga. Eso sí, los fuegos artificiales molaron. Algo cercano a una revelación fueron Caribou, que no sé por qué solo con el nombre me dan pereza pero que luego me tragué su concierto enterito y me dio vida. Y más que revelación porque no los conocía fueron Run The Jewels, que estuvieron bastante salvajes y animados (uno de ellos iba con el brazo roto). Pero poco titular, la verdad.

– Me los perdí y me gustaría haberlos visto: Panda Bear, OMD, Belle & Sebastian, Underworld, Tune-yards, Ex Hex, Mercromina, The Pastels, Tyler, The Creator, Mujeres, Patti Smith. De camino a Babes in Toyland oímos un trozo de Les Ambassadeurs y sonaban a cosas que me enrollarían mucho.

– Me los perdí y me la sopla: The Strokes, Thuston Moore, Ariel Pink, Albert Hammons Jr..

– El Primavera Sound, todos lo sabemos, es el festival de las marcas. Caminas y el impacto es constante. Tan constante, tan lo de siempre, que ya ni siquiera te enteras. Este año iba con la mosca detrás de la oreja por la ausencia de patrocinadores míticos (no había escenarios Vice ni Sony) y quise fijarme en este tema. La cosa es que había más marcas que nunca. Un batiburrillo de nombres, casetas y actividades al tun tun que, me temo, contribuyen a provocar el efecto contrario al esperado: más que impactar al público, lo atolondran y ya no sabe si el gorro que lleva es de Coca Cola, si Spotify patrocinará su resaca o si Airbnb le va a regalar mil euros por una etiqueta en Instagram. De verdad, visto con ojos no inocentes, poniendo atención, la cosa se ha ido de madre (si es que no se había ido ya hace tiempo). Además de las mencionadas, estaban H&M (que acaparó muchísimo espacio), Adidas, Firestone (que no sé qué puede contar aquí, y que regalaba unos gorros feísimos que, sin embargo, consiguió que mucha gente llevara), Martini, Vinos Torre (la gente iba a su stand a beber cerveza porque era muy cómodo), Red Bull… En fin, que si hubieran puesto el mismo empeño en confeccionar un cartel coherente y sorprendente que el que pusieron en encontrar patrocinadores, otro gallo nos hubiera cantado.

– Una marca de colonias organizó una fiesta un poco off-Primavera que fue la comidilla del sábado y que, he de decir, estuvo más que bien. Fue en la terraza de un hotel cercano al Forum y nos dieron de comer y de beber como si se fuera a acabar el mundo. Un derroche de medios. Eso sí, no se pusieron de acuerdo con el festival, porque regalaron dos frascos de colonia a cada asistente que luego no podías meter en el recinto porque era inflamable. Los de seguridad se hicieron con un cargamento gratis de frascos de Iggy Pop y Debbie Harry que deben haber colapsado Wallapop esta semana.

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Fiestón pre Primavera. A recuperarse. #blackxs

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– En definitiva, una edición bastante sosa, tan sosa que había algo en el ambiente que hacía que te tuvieras que esforzar mucho por pasarlo bien. También una edición en la que he estado más al loro de cómo montan la cosa, he preguntado a algunos insiders para que me cuenten cositas, he hecho poco uso de la zona de comidas, no he pisado los stands, no he ido ningún día antes de las 19:00 y en la que, al menos, he visto y me he reencontrado con gente a la que casi nunca veo.

– De mi móvil sale esto:

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  1. […] Ya nos lo anunció Kathleen Hanna en el concierto de The Julie Ruin en el Primavera: […]

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  2. […] 5. Primavera Sound 2015: 7 recomendaciones: hice el ejercicio anual de quitar del cartel del Primavera Sound a todos los grupos/artistas 100% masculinos y el resultado, una vez más, fue un cartel raquítico. A partir de ahí, decidí recomendar sólo actuaciones que pasaran el filtro. Y fueron 7 actuaciones como 7 soles, como no podía ser de otra manera, encabezadas por Antony y Sleater-Kinney. El festival acabó siendo uno de los más flojos que recuerdo, y, paradójicamente, lo salvaron las mujeres. […]

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  3. […] cartel, justito para lo que debería ser, pero en realidad bastante más alto que otros carteles. Lo conté en la entrada que hice al respecto, en la que a modo de protesta solo recomendé actuaciones con mujeres. Una protesta, por otro lado, […]

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